A veces, cuando estaba con él, veía el "fin de la noche". Era una escena que, sola, yo nunca había presenciado.
Pero jamás mientras lo hacíamos. Mientras lo hacíamos no se abría ninguna fisura entre nosotros, nuestras mentes nunca vagaban erráticas. El, mientras hace el amor, no dice una palabra: yo, bromeando, intentaba hacerle hablar, pero lo cierto es que me encantaba que permaneciese en silencio. No sé por qué, pero me daba la sensación de que, a través de él, dormía con la inmensidad de la noche. Cuando no hay palabras, me da la impresión de que a quien estoy abrazando es, más que a él, a su auténtico yo, sumergido en las profundidades. "¿Dormimos?" Hasta que nuestros cuerpos se separan, no pienso en nada. Me basta con cerrar los ojos y sentir su verdadero yo.
Sucede de madrugada.
No hay diferencia si estamos en un gran hotel o en una pensión de esas que hay detrás de las estaciones. De madrugada, tengo la sensación de oír el rumor de la lluvia y del viento, y me despierto de golpe.
Entonces siento unos deseos irreprimibles de mirar hacia fuera y abro la ventana. Un viento frío penetra en la habitación llena de aire caliente y se ve titilar las estrellas. O puede que empiece a lloviznar.
Me quedo mirando y cuando, de repente, dirijo la vista a un lado, veo que él, a quien suponía dormido, tiene los ojos muy abiertos. Y yo, no sé por qué, me quedo sin palabras y, muda, clavo la mirada en sus ojos. El está acostado, no alcanza a ver fuera, pero su mirada es tan clara y transparente como si en ella se reflejaran los sonidos y las imágenes del exterior.
-¿Qué tiempo hace? -me pregunta en un tono muy calmado.
"Llueve", o bien: "Hace viento", o bien: "El cielo está despejado y se ven las estrellas", le respondo yo.
Estoy tan sola que creo que voy a enloquecer. ¿Por qué me siento tan sola cuando estoy con él? Tal vez se deba a lo complejas que son las circunstancias en que los dos nos encontramos, o tal vez a que el único sentimiento que abrigo acerca de nuestra relación es que me gusta, o tal vez a que no tengo ninguna idea precisa sobre lo que quiero que hagamos.
Lo único que he tenido claro desde el principio es que este amor se sostiene en la soledad. Entre tinieblas desiertas que parecen brillar, yacemos los dos, mudos, sin lograr sustraernos al hechizo.
Esto es el "fin de la noche".
Banana Yoshimoto
Sueño Profundo
(cuento "Sueño Profundo")