28 diciembre, 2011

Tehuelches - el pueblo Aonikenk


"Muero como he vivido; ningún cacique me manda", expresan apropiadamente el sentimiento que predomina al respecto. […]

Es de esperar que la vida real en los toldos que se ha narrado aquí habrá habilitado al lector para formarse una idea del carácter de los tehuelches, más favorable que la que por lo general se sugiere, excepción hecha de los misioneros Hunzikcr y Schmid. No merecen seguramente los epítetos de salvajes feroces, salteadores del desierto, etc. Son hijos de la naturaleza, bondadosos, de buen carácter, impulsivos, que cobran grandes simpatías o antipatías, que llegan a ser amigos seguros o no menos seguros enemigos. Como es muy natural, recelan de los extranjeros, sobre todo de los de origen español, o, como los llaman ellos, de los cristianos. Y no hay que maravillarse de esto si se considera el trato, la crueldad traicionera y la explotación picara de que esos indígenas han sido objeto por parte de los conquistadores y de los colonos alternativamente. […]


En mis relaciones con ellos, los indios me trataron siempre con lealtad y consideración, y dispensaban el mayor cuidado a mis pocas pertenencias, aunque a veces me las pedían prestadas, como acostumbran hacerlo entre ellos; por ejemplo, un indio venía a menudo a pedirme que le dejara ver mis armas, y, después de examinarlas, me las devolvía cuidadosamente. En todo el curso de mi estancia entre ellos sólo perdí dos objetos: un pedernal con su eslabón que, tengo motivos para creerlo, me fue robado por uno de los chilenos, y un par de boleadoras de avestruz que me sustrajeron del toldo. […]


Cacique Casimiro
(Benito Panuzzi, 1864)

Con respecto a su sinceridad mi experiencia es ésta: en cuestiones de poca importancia mienten casi siempre, inventan historias por puro gusto; […] Pero en toda cuestión importante, en lo que se refiriera a las garantías de seguridad de una persona, por ejemplo, eran muy veraces siempre que se cumpliese bien con ellos. Al cabo de un tiempo, cuando advirtieron que yo evitaba siempre apartarme ni un ápice de la verdad, dejaron de mentirme hasta en asuntos de menor cuantía. Sirva esto para demostrar que no tienen el carácter traicionero que les han atribuido algunos escritores ignorantes. Tampoco son crueles por naturaleza, ni con los esclavos o cautivos. […]

Por mi parte, yo me sentí siempre más seguro en medio de los tehuelches, mientras no hubo bebida ni luchas entre ellos, como más tarde en el Río Negro. Naturalmente, cuando se embriagan, sus pasiones se desencadenan; recuerdan viejas pendencias, y a veces pelean por mero gusto de pelear. Pero no es necesario ir hasta la Patagonia para observar eso. El rasgo más delicado quizá de su carácter es su amor a sus mujeres y a sus hijos; las reyertas conyugales son raras. y la costumbre de golpear a la esposa es desconocida entre dios, por otra parte, la intensa pena con que lloran la pérdida de una esposa no es ciertamente una práctica "civilizada", porque entre tilos el viudo destruye todo su haber y quema todas sus pertenencias. 
[…]



En cuanto a las criaturas, los indios las miman en todo sentido, les dejan que monten los mejores caballos y no los corrigen por ninguna travesura. Siempre me sorprendió que los muchachos no se hicieran tercos y voluntariosos al crecer, a consecuencia de esa falta de reprensión. Los que no tienen hijos adoptan a veces un perrito, en el que derrochan sus afectos y al que conceden caballos y otras prendas de valor, que se destruyen cuando el dueño de ellas muere.
Otra de las cosas que me han sorprendido es que los misioneros hayan tenido tan poca suerte en sus esfuerzos para enseñar a esas criaturas a leer y a escribir, porque todas son por naturaleza muy inteligentes, aunque, como es natural, hay excepciones. Es una prueba de su facilidad de imitación el muy poco trabajo con que enseñé al hijo de Hinchel a escribir el nombre de su padre y de dos indios más en muy breve tiempo. Yo tenía la costumbre de estar dibujando siempre buques en una tabla, con un pedazo de carbón, para entretener a las criaturas, y éstas copiaban fácilmente esas figuras. Hinchel mismo, una vez que quería explicar una parte del curso del río Negro, dibujó un mapa tosco en la tabla que, según vi después, resultó perfectamente correcto.
Poca inmoralidad observé en los indios cuando estaban en sus desiertos nativos…

George Chaworth Musters
Vida entre los Patagones

26 diciembre, 2011

No pido mucho


Happy New Year

Mira, no pido mucho,
solamente tu mano, tenerla
como un sapito que duerme así contento.
Necesito esa puerta que me dabas
para entrar a tu mundo, ese trocito
de azúcar verde, de redondo alegre.
¿No me prestás tu mano en esta noche
de fìn de año de lechuzas roncas?
No puedes, por razones técnicas.
Entonces la tramo en el aire, urdiendo cada dedo,
el durazno sedoso de la palma
y el dorso, ese país de azules árboles.
Así la tomo y la sostengo,
como si de ello dependiera
muchísimo del mundo,
la sucesión de las cuatro estaciones,
el canto de los gallos, el amor de los hombres.

Julio Cortázar

17 diciembre, 2011

Un amigo de papá





Horacio Bilbao: Vos tenías apenas siete años cuando el murió, ¿qué recordás de ese último encuentro con él, cuando estaba caracterizado como el viejo Ramón, ya dispuesto a partir a Bolivia?

Aleida Guevara March: Una noche, mi mamá nos dijo que íbamos a conocer a un amigo de mi papá. Llegamos con mis hermanos y él empezó a hablar con nosotros. Y cuando empezó a hablar yo le dije que no parecía español. Todos se quedaron mirando. El me peguntó por qué decía eso, y ya seguimos hablando. Esa noche cenamos juntos. Mi mamá le había advertido que yo conocía muy bien sus gustos y que los defendía mucho. En un momento, él se sirvió el vino tinto puro y yo salté como un resorte. Le dije que no era amigo de mi papá porque papá tomaba el vino tinto con agua, que así es rico, me levante y le eché agua. Luego me contó mamá que estuvo muy orgulloso de aquello. Más tarde, jugando con mis hermanos me caí y me golpeé la cabeza, entonces me tomó en sus brazos, me palpó y de alguna manera me transmitió algo, porque al rato yo dije: “Mamá, yo pienso que este hombre está enamorado de mí”. Fue muy simpático pero a la vez muy duro, él no podía explicarme porque me amaba. Y me amaba de una manera intensa. Esa noche terminó así y yo no supe que él era mi papá hasta que murió en Bolivia. Entonces mi mamá me contó la historia del viejo Ramón, y me mostró una foto. Me pidió que no contara nada, y no lo hice, hasta muchos años después en que ya empezamos a hablar de eso.  

Ver reportaje completo en Revista Ñ

13 diciembre, 2011

La más bella edad del corazón

The Beatles - Concierto en la terraza (1969)


RETORNOS DEL AMOR EN UNA AZOTEA

Poblado estoy de muchas azoteas.
Sobre la mar se tienden las más blancas,
dispuestas a zarpar al sol, llevando
como velas las sábanas tendidas.
Otras dan a los campos, pero hay una
que solo da al amor, cara a los montes.
Y es la que siempre vuelve.
Allí el amor peinaba sus geranios,
conducía las rosas y jazmines
por las barandas y en la ardiente noche
se deshacía en una fresca lluvia.
Lejos, las cumbres, soportando el peso
de las grandes estrellas, lo velaban.
¿Cuándo el amor vivió más venturoso
ni cuándo entre las flores
recién regadas fuera
con más alma en la sangre poseído?
Subía el silbo de los trenes. Tiemblos
de farolillos de verbena y músicas
de los quioscos y encendidos árboles
remontaban y súbitos diluvios
de cometas veloces que vertían
en sus ojos fugaces resplandores.
Fue la más bella edad del corazón. Retorna
hoy tan distante en que la estoy soñando
sobre este viejo tronco, en un camino
que no me lleva ya a ninguna parte.

Rafael Alberti
de Retornos de lo Vivo Lejano, 1952

08 diciembre, 2011

Los hijos de los 70


Adriana Tasca, Gaspar Casado  y  Sebastián  Casado Tasca
su historia en "Nietos, historias con identidad"

Las derrotas no se pueden medir por las batallas perdidas sino por las propuestas para las generaciones siguientes... El golpe del 76 no derrotó a una generación: la masacró, la expulsó de la Patria, la encarceló y la torturó, y brutalmente pretendió arrancarle no sólo sus proyectos políticos sino sus sueños e ideales: tornarla cínica, despojada de carácter, acomodaticia con las circunstancias, reducida a lo posible. Se le propuso a cada argentino llevar hasta el extremo el individualismo de salvarse solo, el terror de ser dañado no por los represores sino por los amigos que estaban en riesgo, ya que su propio destino podía alcanzar, como onda expansiva, a quienes lo rodeaban. También, a cambio de la moral, se les ofreció un bono para canjear justicia por chatarra comprada por el uno a uno: un ser humano por una videocasetera, la educación por el shopping, un torturado por un viaje a Disney, la vista gorda por unas vacaciones en el Caribe.  Esta fue la herencia moral que pretendieron dejar los dictadores de los 70... Por eso los hijos de los 70 nos conmueven: son como una parte de nosotros mismos y nacieron ya atravesados por una experiencia que los hace desplegar lo posible sin renunciar a lo anhelado. Maduros desde chiquitos, obligados a ser responsables desde siempre, atravesados por la Historia, tratando de apropiarse de ella, van a la búsqueda de los sueños de las generaciones anteriores. Y como Sebastián, el "nieto82" recuperado, cuando abraza a sus abuelos y los consuela de tanto tiempo perdido, saben que para ellos el tiempo por delante se tiñe de sabores y olores anhelados, aún sin imágenes ni nombre. 

Silvia Bleichmar
No me hubiera gustado morir en los 90
Los hijos de los 70

03 diciembre, 2011

Siempre aparece, el lirismo

Jonas Mekas  - John va a probarle a Anthony que puede meterse en la boca
más arándanos que él... Montauk, agosto de 1972


 El dice que ha hecho básicamente lo mismo toda su vida: en su pueblo, en los campos y en el Nuevo Mundo; leyendo, escribiendo y filmando. Sólo se trataba de registrar cuanto pasara delante de sus ojos y estar disponible después para atender el llamado de quienes hubieran olvidado, aunque ya no quede vivo ninguno de los colegas que llamaban desde la capital a la oficina de correo de su pueblo. El título de una de sus películas resume su vida y su credo artístico en ocho palabras: “Mientras avanzaba azarosamente vi fugaces destellos de belleza”. En aquel diario que escribió durante los cinco años que pasó en los campos y los primeros cinco años en Nueva York (que lleva por título Sin lugar adónde ir y que termina el mismo día en que compró la Bollex y empezó a filmar), Mekas dice: “Intentamos esconderlo de cualquier modo pero siempre aparece, el lirismo”. Antes de siquiera imaginar lo que sucedería en su vida cuando aquella Bollex cayera en sus manos, escribió: “El cazador que quiere acertarle al ciervo no le dispara directamente, sino que apunta un poquito más adelante. Lo mismo ocurre con la vida humana: tenemos que apuntar al momento siguiente para retratarla”.

Juan Forn
Yo recordaré por ustedes


      http://jonasmekasfilms.com/diary/