31 marzo, 2013

El tiempo les va a decepcionar

Goodhue Livingston & Mrs. Oren Root LC-B2- 3539-11

En caso de que el tiempo desempeñe una función concreta en la vida, esta función presenta, en mi opinión, una doble vertiente: despojar a las personas de algún elemento (si es que puede decirse que se han llevado de mi lado a Halldór y Anna) y darles algo a cambio (por ejemplo, el premio que me ha tocado en la lotería), algo que no sustituye lo anterior pero les ayuda a olvidar lo que se les ha escapado de las manos. Y así como, por un lado, el tiempo siempre cumplirá de alguna manera con su doble cometido, por otro lado no nos permitirá nunca manipularlo a nuestro antojo. Por ejemplo, acaba de empezar un nuevo siglo -el que nos enterrará- y de repente me veo con más de treinta años; y, ahora mismo, cuando está a punto de ser medianoche en mi día de regreso del extranjero, me encuentro debajo de mi cama mientras en el salón hay gente que espera que el tiempo me haga aparecer. Y creo que el tiempo les va a decepcionar.

Bragi Olafsson
Las Mascotas

23 marzo, 2013

Nadie supo de mí

 The Temple Bar - Dublin
www.thetemplebarpub.com

Dublín bajo la lluvia

Ni Molly, ni Bloom, ni Dedalus
supieron nunca que yo estuve allí,
calle de por medio, bajo el aguacero
que cercenaba mis cigarrillos y mi cabeza,
la mirada fija en la ventana de ella, esperando
ver pasar su silueta o quizás esperando
no verla, sometido por las tenebrosas imágenes
que ese día de dieciocho horas el demonio
jugó a desparramar por la ciudad, ingrávidas
pero cortantes y que te dejan sin escapatoria.
Ellos no supieron de mí y nadie supo de mí
y tampoco supe yo de mí mismo, perdido
en esa insensata búsqueda comenzada
no sé dónde, quizás en los hoscos páramos
del lago Arán, sólo para escuchar su voz
una vez más, una sola. ¿Quién no ha querido
escuchar una querida voz al menos una última vez,
y que después se extinga todo, el cielo
y la tierra, y las llamas de un incendio final
lo consuman a uno para siempre y que su huella,
la huella de un pie rodeado de cenizas, se perpetúe
cien siglos en una calle triste, con deseos
sin hueso ni carne, ni ningún esplendor ni sentido?
Alguien podría perderse por allí otra noche
de otro día y quizás preguntarse el motivo de que las cosas
carezcan de explicación mientras la lluvia y un recuerdo
cercenan su cabeza y decirse, entonces, que es hora
de volver al hogar original y no ser ya más devastado
en medio de una partida final, disputada
sin nadie del otro lado de la mesa.

Willy G. Bouillon

08 marzo, 2013

Estar condenados

 Ernest Hemingway y su esposa Hadley (1922)

La gente que interfería en tu vida siempre lo hacía por tu bien, y finalmente me di cuenta de que lo que querían era que te sometieras por completo, que no te diferenciaras del modelo superficial comúnmente aceptado y que después te difuminaras como lo haría un viajante en una convención, del modo más aburrido y estúpido que se pueda imaginar. Nada sabían de nuestros placeres, ni de lo mucho que nos divertía estar condenados, no lo sabrían ni podrían saberlo jamás. Nuestros placeres, que eran los de estar enamorados, eran tan sencillos y a la vez tan misteriosos y complicados como una simple fórmula matemática que puede representar toda la felicidad o bien el fin del mundo.
Esa clase de felicidad no se debería manipular, aunque casi todas las personas a las que conocía intentaban ajustarla. Cuando volvimos de Canadá, lo hice decidido a no volver a trabajar para un periódico aunque me muriera de hambre y tuviéramos que vivir como salvajes, según nuestras propias normas tribales, con nuestras costumbres, principios, secretos, tabúes y placeres.


Ernest Hemingway
París era una fiesta