28 octubre, 2012

Estar ávido de que te suceda

 Vicentico

Gloria Guerrero: Como los antiguos poemas persas que parecían hablar de dos amantes en la Tierra, pero que en realidad trataban del amor entre un humano y un ser superior. ¿Me equivoco?

Vicentico: No, no se equivoca para nada: me encantan aquellos poemas musulmanes, de los sufíes... aunque no sé si la palabra correcta sea “religioso”. Para mí, en realidad, es una puerta (piensa). Una puerta que cualquiera puede abrir y que está buena para hacerse preguntas. Siempre fui “antirreligión”: creo que la religión es lo que no debe hacerse. Pero si hay algo que no debe hacerse, eso quiere decir que sí hay otra cosa que puede hacerse, ¿no? No sé cómo explicarlo. Pero... (sonríe) voy a decir algo que es cursi: el amor es la única cosa que rige todo. Eso me interesa de verdad y por eso trato de abrir esa puerta y hacerme preguntas acerca de la realización propia y de la propia felicidad. Y acerca de qué es todo esto, qué significa lograr cierta comunicación con uno mismo y entenderse. Esa es la Gran Pregunta. Yo trato de buscar, de un modo muy simple... y “pop” (vuelve a reírse), a ver si logro contestarme algo. Abrir esa puerta me parece muy interesante.
 

Gloria Guerrero: ¿Se ha puesto a estudiar algo seriamente –Biblia, Jung, Cábala, sufismo, lo que fuere–? ¿Hay un camino que le interese más que otro?
 

Vicentico: Todas esas cosas las puedo haber leído. Pero no sigo ninguna que tenga nombre, claramente; algunas corrientes me parecen más simpáticas, más cercanas a lo que yo puedo entender y otras me son más ajenas. Pero lo que sí puedo decir es que estoy muy dispuesto a todo. Es como con el principio de cualquier camino: estar ávido de que te suceda.





Gloria Guerrero: La tapa de 5 es una entrañable declaración de amor incondicional a su esposa; por lo general tan obvia en momentos de noviazgo, cuando cualquiera regala la luna, pero no después de casi veinte años de matrimonio. Disculpe esta reflexión tan femenina...
 

Vicentico: No es la primera persona que me viene con esa reflexión: hace poco me entrevistó un chico gay, muy gay: “Yo te tengo envidia por ser así, dedicarle a tu mujer de tantos años”, me decía el flaco... A mí me parece muy normal. Es una elección, absoluta, total; aunque parezca una verdad de Perogrullo, lo de Valeria y yo sigue siendo una elección de cada día. Más allá de que estoy enamorado y de que ella me cope y de que me parezca una mina increíble y todo, aparte de eso hay un modo de vida al cual yo adhiero: construir algo y tenerlo. Lo otro no me gusta, realmente.
 

Gloria Guerrero: ¿Qué es lo otro?
 

Vicentico: Lo otro es como... Eh, si yo no estuviera con Vale estaría solo. Estoy seguro de eso. No quiero otra persona, quiero esto. Esto me da por todos lados. Me da alegría, me da todo. Es un poco egoísta pensarlo así, ¿no?, como cosa “utilitaria”. El resto del mundo, más allá, es locura; locura; no lo soporto, me da pánico el mundo exterior. En el mundo exterior están todos locos. Están en Facebook con una histeria horrible de fotos, me dan miedo, un susto del que no quiero ni saber.

 



18 octubre, 2012

Volver a ver

 Saul Leiter

—Antes de salir de Belsito, aquel día, mientras pasaba por el largo pasillo, con todas aquellas puertas cerradas, pensé que en algún lugar, en aquella casa, estaba usted. Me hubiera gustado verla. No habría tenido nada que decirle, pero me hubiera gustado ver de nuevo su rostro, tantos años después, y por última vez. Pensaba en eso precisamente mientras caminaba por allí, por el pasillo. Y sucedió algo curioso. En cierto momento, una de aquellas puertas se abrió. Por un instante, tuve la certeza absoluta de que usted saldría por allí, y que pasaría junto a mí, sin decir ni una palabra.
El hombre sacudió ligeramente la cabeza.
—Pero no sucedió nada, porque a la vida siempre le falta alguna cosa para ser perfecta. 


Alessandro Baricco
Sin sangre

14 octubre, 2012

Un Rimbaud rojo

 Julius Janonis


Como ya dije, mi tío (el hermano de mi madre) era un pastor protestante. El apellido de soltera de mi madre era Jašinskas y venía del pueblo vecino. Uno de sus habitantes se convirtió póstumamente en uno de los poetas revolucionarios más honrados de Lituania, un Rimbaud rojo, si esto es posible, Julius Janonis. Se suicidó a los veinte años. Había oído historias acerca de él desde mi infancia. Una de las historias más tristes era sobre el trabajo del pequeño Janonis como pastor en Latvia, justo al otro lado de la frontera. Su madre era tan pobre que tuvo que enviarlo ya desde la niñez para que se ganara su propio pan. Pero al poco tiempo lo extrañaba tanto que una vez por semana cruzaba al trote la frontera para verlo. Ella sabía que si se encontraban su pequeño corazón se iba a quebrar cada vez que volvieran a separarse. Así que solía ir hasta el límite del bosque, no más, y sólo lo miraba, sentada cerca de las vacas, al borde del campo -miraba a su hijo desde atrás de los árboles- y luego volvía a pie a su hogar.

Jonas Mekas
Ningún lugar adonde ir

06 octubre, 2012

La revelación

 Olaf Heine

De repente se dio cuenta de lo que tal vez ya supiera, pero hasta entonces no había querido nunca creer. Como quien lleva tiempo advirtiendo los síntomas inconfundibles de un mal horrendo, pero se empeña en interpretarlos de modo que pueda continuar su vida como antes. Ahora bien, llega un momento en que, por la violencia del dolor, se rinde y la verdad se le aparece delante, nítida y atroz, y entonces toda la vida cambia repentinamente y las cosas más queridas se alejan y se vuelven extrañas, vacuas y repulsivas. En vano busca el hombre en derredor algo a lo que aferrarse para abrigar esperanzas: está completamente desarmado y solo, nada existe, aparte de la enfermedad que lo devora; en eso estriba, si acaso, su única escapatoria: lograr liberarse o soportarla al menos, mantenerla a raya, resistir hasta que la infección, con el tiempo, consume su furia. Pero desde el instante de la revelación se siente arrastrar hacia una obscuridad nunca imaginada, salvo por los otros, y de hora en hora se va desplomando. 

Dino Buzzati
Un amor