26 marzo, 2008

Sirenas

Arthur Rackham - detalle de Siegfried and the twilights of the gods


Las voces seguían bajando, pero, cuando decayeron, resulta que la ciudad se alejó, se deshizo, titubeante con una estrofa; los minaretes, las palmeras delgadas se desdibujaron; la escalera se desplomó; tras los jardines, terrazas descoloridas transparentaban el mar y la arena. Era un espejismo desaparecido que palpitaba a merced de un canto. Cesó el canto; se acabó el encantamiento y también la ciudad ilusoria. Nuestro corazón, atrozmente encogido, había creído que se oía morir.
»Apenas una pizca de visión que danzaba aún sobre un trino, silbido de hálitos... y entonces las vimos, acostadas sobre las algas; dormían, conque huimos, tan trémulos, que apenas podíamos correr. Por fortuna, estábamos muy cerca del navío; lo divisamos detrás de un promontorio: lo único que los separaba de las sirenas. ¡Qué peligro no habrían corrido, si hubieran podido oírlos! Y no nos atrevimos a gritar hasta estar ya muy cerca de ustedes, por miedo a despertarlas. No sé qué camino debimos de seguir la víspera para haber avanzado tan poco; ahora creo que caminamos sin movernos del sitio y que aquellas colinas móviles que se desplazaban bajo nuestros pasos, aquella meseta, aquel valle, eran ya el efecto del encantamiento de las sirenas.
Entonces se pusieron a discutir sobre cuántas eran y se maravillaron de haber escapado a sus ardides:
-Pero, decinos -dijo Odinel-, ¿cómo eran?
-Estaban tumbadas sobre las algas -dijo Agloval- y su brillante cabellera, que las cubría por entero, verde y castaña, parecía hierbas del mar, pero corrimos demasiado rápido para verlas bien.
-Tenían manos palmadas -dijo Cabilory sus muslos, de color acero, relucían, cubiertos de escamas. Yo huí, porque sentí pánico.
-Yo las vi como aves -dijo Paride-, como inmensas aves marinas de pico rojo.
¿ Verdad que tenían alas?
-¡Oh, no! ¡No! -dijo Morgain-. Eran igual que mujeres y muy hermosas. Por eso, huí.
-Pero su voz, su voz, dígannos, ¿cómo era su voz? (Todos deseábamos haberlas oído.)
-Era -dijo Morgain- como un valle umbrío y como el agua fresca para los enfermos.
Después cada cual habló de la naturaleza de las sirenas y de sus embrujos; Morgain guardó silencio y comprendí que añoraba a las sirenas.

Aquel día no nos bañamos por miedo de ellas.

André Gide
El viaje de Urien (1893)

20 marzo, 2008

Una armonía insensata

Egon Schiele - Autorretrato con planta de lámpara china (1912)

Después de lo que acababa de hacer Traveler, todo era como un maravilloso sentimiento de conciliación y no se podía violar esa armonía insensata pero vívida y presente, ya no se la podía falsear, en el fondo Traveler era lo que él hubiera debido ser con un poco menos de maldita imaginación, era el hombre del territorio, el incurable error de la especie descaminada, pero cuánta hermosura en el error y en los cinco mil años de territorio falso y precario, cuánta hermosura en esos ojos que se habían llenado de lágrimas y en esa voz que le había aconsejado...

Julio Cortázar
Rayuela

15 marzo, 2008

Ah, el amor (14)


Diego Rivera - El vendedor de alcatraces


No, nunca está el amor.
Va, viene, quiere estar
donde estaba o estuvo.
Planta su pie en la tierra,
en el pecho; se vuela
y se posa o se clava
- azor siempre o saeta -
en un cielo distante,
que está a veces detrás,
y va de presa en presa.
En las noches mullidas
de estrellas y luceros
se tiende a descansar.
Allá arriba, celeste
un momento, la tierra
es el cielo del cielo.
Mira, la quiere, cae,
con ardor de subir.
Por eso no se sabe
de qué profundidad
viene el amor, lejana,
si de honduras de cielos,
o entrañas de la tierra.
Ya
parece que está aquí,
que es nuestro, entre dos cuerpos,
que no se escapará,
guardado entre los besos.
Y su pasar, su rápido
vivir aquí en nosotros,
llega, fuerte, tan hondo
que aunque vuele y se huya
a buscar otros cambios,
a ungir a nuevos seres
decimos: amor mío.
A su fugacidad,
con el alma del alma,
le llamamos lo eterno.
Y un momento de él,
de su tiempo infinito,
si nos toca en la frente
será la vida nuestra.

Pedro Salinas
Razón de amor (1936)

13 marzo, 2008

Arte


Hugo Fontela - Viejo Muelle


Las obras de arte son soledades infinitas ...

Rainer Maria Rilke
Cartas a Un Joven Poeta



Hugo Fontela

11 marzo, 2008

Mar adentro

¿Crees que podría haber barcos mar adentro?
Lo dudo.
No podrían ver muy lejos.
No. No podrían.
¿Qué hay del otro lado?
Nada.
Algo habrá ¿no?
Quizá un padre y su hijo sentados en la playa.



José Barberá - Playa al amanecer


Do you think there could be ships out there?
I dont think so.
They wouldn't be able to see very far.
No. They wouldn't.
What's on the other side?
Nothing.
There must be something.
Maybe there's a father and his little boy and they're sitting on the beach.

Cormac McCarthy
La carretera

09 marzo, 2008

Océano Mar (12)

Mar del Sur - Enero 2008 - foto: Marxe

Son estudios fatigosos, y también difíciles, no podemos negarlo, pero es importante entender. Describir. La última voz que he escrito ha sido Atardeceres. Sabe, es ingenioso esto de que los días terminen. Es un sistema genial. Los días y luego las noches. Y otra vez los días. Parece tan natural pero es muy ingenioso. Y allí donde la naturaleza resuelve colocar sus propios límites, estalla el espectáculo. Los atardeceres.
Los estudié durante semanas. No es fácil entender un atardecer. Tiene sus tiempos, sus medidas, sus colores. Y como no hay un atardecer, ni uno solo, que sea idéntico a otro, entonces el científico tiene que saber discernir los detalles y aislar la esencia hasta que pueda decir este es un atardecer, el atardecer. ¿La estoy aburriendo?

Alessandro Baricco
Océano Mar

07 marzo, 2008

El diablo

El nombre de la rosa - Jean-Jacques Annaud (1986)


Guillermo de Baskerville: Sí, te han mentido. El diablo no es el príncipe de la materia, el diablo es la arrogancia del espíritu, la fe sin sonrisa, la verdad jamás tocada por la duda.

Umberto Eco
El nombre de la rosa

02 marzo, 2008

Algo vacío y último

Ragnar Axelsson - Islandia


Los años de ti a mí

De nuevo se ondula tu cabello cuando lloro. Con el azul de tus ojos
cubres la mesa de nuestro amor: un lecho entre verano y otoño.
Bebemos lo criado por alguien que no era yo, ni tú, ni un tercero:
saboreamos algo vacío y último.

Nos vemos en los espejos del mar profundo y nos pasamos más deprisa las viandas:
la noche es la noche, comienza con la mañana,
me tiende junto a ti.

Paul Celan
La arena de las urnas