22 mayo, 2019

Un juego bajo el sol





Gustave Caillebotte - Remeros en el Yerres (1877)

Aquel verano yo iba al Po, una hora o dos, por la mañana. Me gustaba sudar remando y después lanzarme al agua fría, aún oscura, que entra en los ojos y los lava. Iba casi siempre solo, porque Pieretto a esa hora dormía. Si venía también él, me gobernaba la barca cuando yo nadaba. Se remontaba a fuerza de remos la corriente bajo los puentes, a lo largo de las riberas tapiadas, y se desembocaba entre los diques y las plantas, bajo el flanco de la colina. La colina próxima era hermosa al regreso, fumando la primera pipa, y aunque fuese junio, a esas horas la velaba aún una humedad, un vaho fresco de raíces. Fue sobre las tablas de aquella barca donde le tomé gusto al aire libre y comprendí que el placer del agua y de la tierra continúa más allá de la infancia, más allá del huerto y de un plantío. Toda la vida, pensaba en esas mañanas, es como un juego bajo el sol.

Cesare Pavese
El diablo en las colinas
 

14 mayo, 2019

Morder el anzuelo





Aunque el rechazo al consumismo y a la tecnocracia fueron tópicos de la contracultura, teníamos demasiados deseos manipulables y fuimos seducidos por la colosal innovación y expansión técnica que produjo mercancías y prácticas sociales a lo grande. Seducidos y/o incapaces de resistir la avalancha. Yo también mordí el anzuelo. El de esa cortina invisible que flota en el océano global por el que nadamos a la deriva entre empresas monopólicas que nos atrapan y aplastan como pescados en las redes de arrastre, burlándose de los discursos y prácticas comunitarias, autonomistas, libertarias de altri tempi. Esas empresas nos ofrecen sus carnadas, sus ilusiones de magos: fama, prestigio, poder, dinero. Hay algo en lo que tiene razón: el capitalismo está en y entre nosotros, no allá afuera.

Osvaldo Baigorria
Postales de la contracultura. 

Un viaje a la costa oeste (1974-1984)

09 mayo, 2019

El principio de una fidelidad

 
 W.B. Tholen (1895)

A veces lamento no poder recuperar esa capacidad de lectura cándida. Muy de vez en cuando, me la devuelve, como un resabio de juventud que hubiese creído inalcanzable, un autor cuyo nombre ignoraba, un libro llegado casi por azar a mi lectura. Es, siempre, el principio de una fidelidad. 

Edgardo Cozarinsky
Los libros y la calle