25 agosto, 2012

Sentimentalismo

Arthur Rothstein
Son of farmer in dust bowl area. Cimarron County, Oklahoma (1936)


¿Cuándo la hice apartarse aterrada de su vocabulario normal? Como soy un pesado, le mencioné la definición que da R. H. Blyth del sentimentalismo: somos sentimentales cuando concedemos a una cosa más ternura de la que Dios le otorga.

J.D.Salinger
Levantad, carpintero, la viga del tejado 

17 agosto, 2012

Aterrados

 Emiliano Dionisi en Se alquila con una condición

—El problema es que una historia así suena trivial, facilonga, cuando te la cuentan o cuando la contás. Porque si nos pasa algo así, o le pasa a alguien que conocemos, preferimos pensar que lo maravilloso se va a convertir tarde o temprano en algo real, pedestre, con su cuota de aburrimiento y fracaso. Y si no se convierte en eso, va a volverse dramática y cruel. Yo creo que cada vez que nos toca nuestra ínfima ración de amor y belleza en esta vida, hacemos lo posible para que se combine con torpor y opacidad; la preferimos mezquinamente reducida. No resistimos la pureza de lo bello ni del amor. Nos aterra. 

Juan Forn
Nadar de noche
El borde peligroso de las cosas

10 agosto, 2012

La gran desilusión

Antonio Dal Masetto

Diego Manso: ¿Cómo era la casa?

Antonio Dal Masetto: Tenía una planta baja y un primer piso y un terreno con unas hileras de vides, porque mi padre hacía vino... Tenía frutales, hortalizas. Era típico que los italianos cultivaran siempre su pedacito de tierra.

Diego Manso:  ¿Qué fue de esa casa?

Antonio Dal Masetto: Quedó ahí, mi madre no la quería vender por nada del mundo, pero finalmente pasaron algunos años y mi padre la convenció. Así que la terminaron vendiendo por poder. Hay algunas historias de los regresos de mi mamá…

Diego Manso:  Que las contás en “La tierra incomparable”...

Antonio Dal Masetto: Hay una visita de mi madre a la casa, donde ocurre lo de siempre en los regresos, la gran desilusión… Incluso, cuando yo volví por primera vez a Italia, la respuesta fue una gran desilusión. Uno va a buscar lugares donde supuestamente ha sido feliz y ese es un error muy grande. Uno sabe que no va a encontrarse con nada de aquello que supone que está buscando, pero comete el pecado de buscarlo. Y después lo paga.

Diego Manso:  ¿Cómo se paga?

Antonio Dal Masetto: Con el impacto que te produce, la imposibilidad de integrarte.

Diego Manso:  ¿Cómo?

Antonio Dal Masetto: Te lo cuento gráficamente: las calles, los puentes sobre los ríos, un muro que recordaba, todo eso seguía siendo mío hasta cinco minutos antes de entrar en el pueblo. Yo lo había mantenido en la imaginación durante muchos años. Sin embargo, cuando me tocó enfrentarme con esas cosas, era imposible conectarme, se habían ido, ya no eran mías. Se habían convertido en otra cosa.

Diego Manso: ¿En qué?

Antonio Dal Masetto:
En otra cosa. Otra cosa. Cuando volví por primera vez al pueblo, lo único que se me ocurrió fue salir a caminar. Caminaba todo el día, subía una colina, cruzaba los puentes, iba y venía… Como si tuviera la vaga ilusión de que gastando zapatos, pisando la tierra y las piedras, pudiera conectarme otra vez. Se trataba de cansar el cuerpo, agotarlo, llegar al final del día e ir al hotelito donde estaba parando, tirarme en la cama, dormir, y al día siguiente volver a caminar. Una manera de reconquistar el lugar.

Diego Manso:  ¿Se reconquista?

Antonio Dal Masetto: Algunas cosas… Después cambia la perspectiva y uno aprende que es imposible.

Diego Manso: ¿Y esa felicidad pretérita que fuiste a buscar? ¿Era felicidad u otra cosa?

Antonio Dal Masetto: Cuando se piensa en la infancia, salvo que te hayan ocurrido cosas muy desgraciadas, uno rescata sólo las cosas buenas. Y para mí todo era maravilloso.


  • Fragmento de la entrevista de Diego Manso a Antonio Dal Masetto en revista Ñ

07 agosto, 2012

Escuchando el silencio

Juan Rulfo - Nada de esto es un sueño (1949)


Volvió a darme las buenas noches. Y aunque no había niños jugando, ni palomas, ni tejados azules, sentí que el pueblo vivía. Y que si yo escuchaba solamente el silencio, era porque aún no estaba acostumbrado al silencio; tal vez porque mi cabeza venía llena de ruidos y de voces.
De voces, sí. Y aquí, donde el aire era escaso, se oían mejor. Se quedaban dentro de uno, pesadas.

Juan Rulfo
Pedro Páramo

03 agosto, 2012

Escapar a la condición humana

 Misha Godin - Multitud

–Sería preciso que las carreteras fuesen hechas.
Desde los últimos disparos, Gisors se había propuesto no fingirse el justificador.
–Si no por usted, ¿verdad?, por otro. Es como si un general dijese: con mis soldados, puedo ametrallar la ciudad. Pero si fuese capaz de ametrallarla, no sería general... no se hace uno general más que saliendo de Saint-Cyr. Además, los hombres son, quizá, indiferentes al poder... Lo que los fascina ante esa idea, ya ve usted, no es el poder real; es la ilusión del buen placer. El poder del rey es gobernar, ¿no es cierto? Pero el hombre no tiene deseo de gobernar: siente el deseo de dominar; usted lo ha dicho. De ser más que hombre, en un mundo de hombres. Escapar a la condición humana, le decía yo. No poderoso, sino todopoderoso. La enfermedad quimérica cuya justificación intelectual no es más que la voluntad de potencia, es la voluntad de deidad: todo hombre sueña con ser un dios.

André Malraux
La condición humana