Gustave Caillebotte - Madame Martial
Su Ábel se le escapaba, y la tía intentaba en balde seguir sus pasos. Por las noches se deslizaba de puntillas hasta su habitación, pero ya no se atrevía a entrar para darle un beso como hacía apenas un año atrás; se quedaba junto a la puerta, oyendo su respiración, con los ojos empañados en lágrimas. Su vida ya no tenía sentido, se lo habían arrebatado, y ella no sabía quién era el ladrón ni en qué momento se había producido el robo. Volvía silenciosamente a su dormitorio y, con el corazón encogido, pasaba la noche en vanas meditaciones.
Sandor Márai
Los Rebeldes
Sandor Márai
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