José Clemente Orozco - Las soldaderas (1926)
A menudo olvidamos este apego a la familiaridad cotidiana, la capacidad de sentirnos satisfechos y alegrarnos de la repetición siempre nueva, de aquello que hace encantador el transcurrir del tiempo; mirar, pasear, construir, leer, sentarse a la mesa entre seres queridos, hablar, encontrarse, amar, ser amigos. Quien tiene todo esto es un privilegiado y debe saber que lo es, debe ser consciente de que su felicidad es este fluir, consueto y normal pero siempre nuevo, de las horas de cada día. Quien tiene una capacidad de amar más grande sabe renunciar a este bien suyo para luchar con el fin de que también lo reciban los demás, quienes se ven privados de él por adversidades naturales o sociales; el obrar del revolucionario, como el del cristiano, es la generosidad de quien, muy a su pesar, sacrifica la jubilosa armonía de su existencia y afronta el desorden por amor a los demás, excluidos de esa armonía.
Claudio Magris
El infinito viajar