03 noviembre, 2009

Participar en apariencia

Las alas del deseo (Der Himmel Über Berlin, 1987 - Wim Wenders)

Damiel: ¿Y bien?

Cassiel: Hace veinte años se estrelló un caza soviético cerca de Spandau, en el lago Stossen. Hace cincuenta años…

Damiel: Fue la Olimpíada.

Cassiel: Hace doscientos años Blanchard voló sobre la ciudad en un globo aerostático.

Damiel: Como los refugiados del otro día. Y hoy, en el lago Lilienthal, alguien aminoró el paso y miró a sus espaldas, en el vacío…
En el correo alguien quería acabar para siempre, pegó sellos especiales en sus cartas de despedida, uno en cada una; y luego en Mariannenplazt habló con un soldado americano en inglés, por vez primera desde el colegio y, además, con soltura. En Plotzenzee un preso antes de tirarse de cabeza contra el muro dijo «ahora». En el metro, el conductor en lugar del nombre de la estación, gritó de pronto «¡Tierra del Fuego!»…

Cassiel (Otto Sander) y Damiel (Bruno Ganz)

Damiel
: ¡Qué bonito!

Cassiel: En Renbergen un anciano leía La Odisea a un niño y el pequeño oyente había dejado de parpadear… Y tu, ¿tienes algo para contar?

Damiel: Un transeúnte que cerró el paraguas en medio de la lluvia y se dejó empapar… Un colegial que describía a su profesor cómo crece el helecho de la tierra y sorprendió al profesor...

Un ciego que palpó su reloj al sentir mi presencia...

Es maravilloso vivir sólo en espíritu, día a día para la eternidad, atestiguar sólo lo espiritual de la gente. Pero a veces me hastía mi presencia de espíritu. Y ya no quisiera ese flotar eterno, quisiera sentir un peso que anulara en mí lo ilimitado y me atara a la tierra. Poder, a cada paso, a cada golpe de viento, decir «ahora» y «ahora» y «ahora»… Y ya no más «desde siempre» y «para siempre». Tomar el asiento libre de un partido de cartas, ser saludado aunque sea sólo con un gesto...

Damiel (Bruno Ganz)

Siempre que hemos participado ha sido sólo en apariencia: nos hemos dejado dislocar la cadera en peleas nocturnas, en apariencia. Hemos capturado un pez, en apariencia. Nos hemos sentado a las mesas, hemos comido y hemos bebido, en apariencia. Nos hicimos asar corderos y servir vino allá en las tiendas, sólo en apariencia. No pido engendrar un niño o plantar un árbol, pero ya sería algo, de vuelta a casa tras un largo día, dar de comer al gato como Philip Marlowe. Tener fiebre, tener los dedos negros de leer el periódico. Fascinarme no sólo por el espíritu, si no, al fin, por una comida, por la curva de una nuca, por una oreja...

¡Mentir como respirar! Sentir que al andar, tu esqueleto anda contigo. Intuír, por fin, en vez de saberlo todo. Poder decir «Ay» y «Tss» y «Ah» y «Aj», en vez de «Si» y «Amén»...

Sentir al fin lo que es quitarse los zapatos debajo de la mesa y estirar los dedos de los pies así descalzo...

Cassiel: ¡Quedarse solo! ¡Dejar que las cosas ocurran! ¡Permanecer serios! Sólo podemos ser salvajes mientras permanezcamos serios. ¡No hacer otra cosa que mirar, recolectar, testimoniar, preservar! ¡Permanecer espíritu! ¡Mantener la distancia! ¡Mantener la palabra!

2 comentarios:

Jorge dijo...

Esa película me encantó, ahora que la recuerdo gracias a ti. Qué diálogo...
Algo así me llevó a escribir aquella prosa medio tontita acerca de la importancia de saber que uno ha de morir.
Beso, amigazo.

silvia

Marxe dijo...

No se menosprecie, oiga, diga.
Maravillosa película, claro quer sí.
Otro besote pa usted.