28 febrero, 2011
Poesía, amor y libertad
-O sea que ella no te guió en la literatura.
Enrique Molina -No. Yo empecé a leer de chico y me fascinaba. El primer verso que escribí, cuando era muy chico, era a una estrella. Una noche, tenía ocho años, estaba sentado en un patio grande, en el campo, y miraba el cielo. No sé cómo, escribí una cuarteta dedicada a una estrella. Sentí una emoción por la noche, que quería expresar, comunicar. Uno nunca alcanza a comunicar la conmoción de un chico que, de repente, tiene conciencia de la noche, del verano, del cielo, del cosmos, del universo. Era una noche de campo, en Corrientes, en Bellavista, cerca del Paraná, en una estancia que tenía mi padre.
[...]
-¿Seguís escribiendo y haciendo tus collages ?
Enrique Molina -Espero no escribir más. Pero escribir es una fatalidad. La vida no ha tenido otro sentido que lograr una expresión poética y he dejado lo que para otros es la vida más normal, en busca de ese sueño, de esa locura que es la poesía cuando la querés vivir en su totalidad. Por supuesto, nunca se logra, nunca se alcanza lo que uno quiere, es una presa que siempre se escapa. De todos modos, ha sido mi única motivación, el único impulso, que me ha llevado. No concibo separar la vida de la poesía, ése es en realidad el sentido profundo del surrealismo: identificar en un solo término la poesía, el amor y la libertad.
Fragmento del reportaje de Lía Rosa Gálvez a Enrique Molina en La Nación - Cultura.
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