ilustración de portada del libro: Alberto Ciupiak
Últimamente, la televisión brindaba espectáculos, discursos, deportes, festivales, simultáneamente con las emisiones en su tierra. Agata se había acostumbrado y había disfrutado de esas maravillas de la técnica. Pero ahora, en el momento del regreso, descubría que el avión era otra cosa. Descubría que la velocidad le estaba robando algo importante. Le impedía desandar y recuperar. La privaba de la posibilidad de un regreso lento, donde todo se revirtiera, y se produjese el acercamiento a su mundo perdido en los términos y en el tiempo en que se había producido el alejamiento. Aquel viaje en barco, aquel desprendimiento, había durado veinte días. Después, la ausencia, cuarenta años. Y ahora bastaban unas pocas horas de avión para regresar de un salto al punto de partida. A Agata esto le sonaba como una traición.
Antonio Dal Masetto
La tierra incomparable
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