31 diciembre, 2012

Salvarlo

foto por Ian Cole

9.
 

Pienso que en este momento
tal vez nadie en el universo piensa en mi,
que sólo yo me pienso,
y si ahora muriese,
nadie, ni yo, me pensaría.

Y aquí empieza el abismo,
como cuando me duermo.
Soy mi propio sostén y me lo quito.
Contribuyo a tapizar de ausencia todo.

Tal vez sea por esto
que pensar en un hombre
se parece a salvarlo.


Roberto Juarroz
Poesía Vertical (1958)

30 diciembre, 2012

Tiempo


 Jacques Henri Lartigue - Coco Hendaya (1934)

Cuando se es plenamente consciente de la clase de agente destructor que es el tiempo, los sentimientos que se organizan alrededor de esa conciencia intentan salvarlo por todos lados. La profecía es la actualidad del futuro, como la pesadumbre lo es del pasado. Al no poder ser en el presente, transformamos el pasado y el futuro en presencias, de modo que la nulidad actual del tiempo nos facilita el acceso a su infinitud.

Emile Cioran

El ocaso del pensamiento

26 diciembre, 2012

Duelo


Por otra parte, Gould, si lo piensas, mira lo que sucede en la cabeza de un hombre cuando expresa una idea y alguien, frente a él, plantea una objeción. ¿Crees que ese hombre tendrá tiempo, u honestidad, de volver a la aparición que un día fue el origen de esa idea y verificar, allí mismo, si la objeción es sensata? No lo hará nunca. Es mucho más rápido perfilar la idea artificial que se ha encontrado entre las manos de manera que pueda resistir la objeción y quizás encontrar la forma de pasar al ataque y agredir, a su vez, la objeción. ¿Qué tiene que ver con todo esto el respeto a la verdad? Nada. Es un duelo. Están comprobando quién es el más fuerte. No quieren utilizar otras armas, porque no saben utilizarlas: utilizan las ideas. Podría parecer que el objetivo de todo esto fuera aclarar la verdad, pero en realidad lo que ambos quieren es comprobar quién es el más fuerte. Es un duelo. Parecen brillantes intelectuales, pero son animales que defienden su territorio, se disputan una hembra, se procuran alimentos. Escúchame bien, Gould: nunca encontrarás nada más salvaje ni más primitivo que dos intelectuales en un duelo. Y nada más deshonesto. 

Alessandro Baricco
City

22 diciembre, 2012

El libro al revés

Ricaro Piglia - por Juan C. Quiles

Rubén H. Ríos –¿Y qué leías antes de descubrir la novela de Camus?

Ricardo Piglia –Empecé leyendo historietas. No muchas, pero leía Misterix o Rayo rojo, que eran revistas que circulaban bastante en aquel entonces. Después empecé a leer, a los 13 o 14, las novelas que se leían en esa época: Salgari, Verne. Después hago ese salto, a los 15, 16, hacia la literatura. 


Rubén H. Ríos –¿En esa época comenzaste a leer novela policial negra?

Ricardo Piglia –No, mucho después, en Mar del Plata. Bueno, es una historia que he contado muchas veces. Mi padre, que era peronista, cae preso y decide que nos mudamos de la zona, donde había nacido mi madre y estaba instalada toda su familia. El día del golpe del 55 tuvo un efecto terrible para nosotros. Era como un velorio, porque iba a casa gente que conocía a mi padre. Y nos fuimos a Mar del Plata, y fue para mí un extraño destierro. Pero en Mar del Plata me encontré con el ambiente de la gente del Cine Club, que estaba muy ligada con el Festival de Cine de la ciudad. Yo tenía 17, 18 años. Dos años viví ahí. Me acuerdo que había una mesa en Ambos Mundos, un restaurante y bar tradicional. Y nos quedábamos ahí, porque estaba abierto toda la noche: esperaban a los tipos que salían del casino e iban a comer puchero. Era un lugar ideal para esa especie de bohemia de escritores frustrados, periodistas trasnochadores y estudiantes curiosos. En ese entonces ya estaba escribiendo un diario, que fue como una respuesta a lo que vivía como un destierro. Dejaba el lugar de mi infancia y viví ese viaje –no sé, eran sólo 400 kilómetros– como un exilio. Me acuerdo que en el medio de la mudanza, cuando estaba la casa ya levantada, entre los muebles, me puse a escribir. 

Rubén H. Ríos –Borges decía que un escritor es antes un lector. ¿Cómo fue en tu caso?

Ricardo Piglia –Sí, desde luego, uno escribe porque antes leyó. Tengo una especie de imagen, que no sé si es un primer recuerdo como lector. Yo veía siempre leer a mi abuelo paterno y me despertaba fascinación. Lo veía encapsulado con un libro y no sabía qué pasaba ahí. Supongo que eso me empezó a funcionar, y un día puse una silla, subí a la biblioteca y agarré un libro azul. Por entonces vivíamos en Adrogué, en una calle tranquila, pero que estaba cerca de la estación y cada media hora pasaba la gente que venía de Constitución. Y me puse en el umbral con el libro azul para que me vieran leer. No sabía leer: tenía 4 años. Y de pronto, una sombra: era un tipo que se acercó a decirme que el libro estaba al revés. Más tarde pensé que era un jodido el tipo ese, pero no sé, también se me ocurrió que por ahí era Borges (se ríe)

Rubén H. Ríos –¿Qué leías por entonces?
 
Ricardo Piglia –Muchísima literatura norteamericana. En esa época yo estaba aprendiendo inglés y leía traducciones, y también intentaba descifrar los textos en el idioma original. Y creo que entré en ella por Pavese, porque Pavese era muy experto en literatura norteamericana. Y llegué a Pavese por el diario que él llevaba, El oficio de vivir, porque como yo seguía escribiendo el diario me interesaba leer diarios. Pero lo leí todo a Pavese porque, en general, es lo que hago con los escritores: leo toda la obra. Y algunas observaciones de Pavese me marcaron mucho, en especial respecto de la importancia del tono. Por ejemplo, cómo el tono frío de Cain en El cartero llama dos veces había influido en El extranjero, de Camus. Una observación inteligentísima. También los cuentos de Hemingway me impactaron mucho, quiero decir, esa calidad que él tenía para contar de una manera muy limpia la historia. Creo que eso nos permitía a nosotros resistir un poco esa tendencia latinoamericana, que no llamaría barroca, porque es un elogio, sino esa retórica cargada. 



20 diciembre, 2012

Sin estrategias

Gilles Monney - Cielo en Suiza

... los seres humanos hemos evolucionado para encajar en todas partes y en ninguna específica.  Otros animales han descubierto su particular hábitat evolucionista. Nuestra estrategia humana es no tener estrategia, sino vivir a cubierto y explorar muchas clases de entornos. Antes que los reyes de la jungla, nosotros somos los adeptos al caos.

John Briggs y F. David Peat
Las siete leyes del caos

17 diciembre, 2012

Un laberinto de tiempos y épocas


 Dorothea Lange - Hacia Los Angeles, California (1937)

Nosotros somos tiempo cuajado, dijo en cierta ocasión Marisa Madieri. Y no sólo cada individuo, también cada lugar es tiempo cuajado, tiempo múltiple. Un lugar no es sólo su presente, sino también ese laberinto de tiempos y épocas diferentes que se entrecruzan en un paisaje y lo constituyen; así como pliegues, arrugas, expresiones excavadas por la felicidad o la melancolía, no sólo marcan un rostro sino que son el rostro de esa persona, que nunca tiene sólo la edad o el estado de ánimo de aquel momento, sino el conjunto de todas las edades y todos los estados de ánimo de su vida. Paisaje como rostro, el hombre en el paisaje como la ola en el mar.

Claudio Magris
El infinito viajar

15 diciembre, 2012

Dedicatoria

Dedication (Justin Theroux, 2007)
Henry (Billy Crudup) y Lucy (Mandy Moore)

Henry: Me pasé mi vida entera… esperando algo... y dando lo major de mí para no hallarlo. Sin siquiera acercarme a los lugares en donde podría estar… Y de repente, me encuentro con la maldita cosa prácticamente encadenada alrededor de mi cuello.
Lucy: ¿De qué estás hablando?
Henry: Vos. Vos. Vos sos, vos sos la... Vos sos, vos sos la maldita cosa. Ahhh, uh. Quiero decir... Vos sos, vos. No puedo describirte... uhh, yo no, Yo no escribo ese tipo de porquería, yo escribo... Ya sabés, la gente que escribe, que escribe verdaderos libros, los libros románticos, y los poemas, e incluso esas estúpidas novelitas de mierda con los imbéciles musculosos en las tapas...
Lucy: Pará...
Henry: ¿Lo conocés? ¿Sabés de lo que te estoy hablando? Sabés – ¡Sos como esas princesas de mierda! ¿Sabés? Cuentos de hadas. ¿Sabés lo que te digo? Los tipos ricachones te persiguen y vos estás enceguecida por tu belleza de mierda. Lo realmente grande. Ya sabés, que sólo – incluso está el tipo que te rapta y te encierra en una cueva y te mantiene vigilada con un dragón de cinco cabezas, y las historias de tu sufrimiento recorren toda la comarca y todos los tipos van y se calzan para ver qué está pasando y ninguno de ellos tiene los huevos para salvarla salvo yo. Yo me atrevería a todo ... por vos. Y aún así, ahí estaba yo buscando cualquier cosa para no verlo. Cualquiera. Dinero...
Lucy: Estúpido idiota.
Henry: See.
Lucy: Sí.
Henry: See... un grandísimo estúpido idiota.
Lucy: Espero que mejores para la siguiente.
Henry: No - esperá...
[le da la piedra que le había regalado y había arrojado a la playa]
Henry: Era fácil de hallar... es la única de su tipo.
Lucy: Me rompiste el corazón, Henry. No creo que puedas confiar en la gente. Siempre tenés que encontrar algo que esté mal. Yo sólo... lo siento. Voy a extrañarte.



Henry: No puedo.
Lucy: Sí, podés.
Henry: Tenemos que trabajar.
Lucy: ¿Ya?
Henry: Lucy, vamos por favor. Se va a poner muy complicado. Ahh, esto se va a poner tan complicado.
Lucy: ¿Realmente te caigo mal, Henry?
Henry: Hace una semana, me hubieran importado un carajo las nebulosas y ahora no tengo suficiente. ¿Sí?
Lucy: Nebulae.
Henry: ¿Qué?
Lucy: Se dice nebulae... no nebulosas.
Henry: Ok, bien. No me interesan las nebulosas. Podés acusarme de cualquier cosa que se te ocurra, probablemente sea culpable de todo... de contribuir al calentamiento global, de haber matado una vez a una ardilla, y de usar la palabra retardado, y de ocasionalmente un malinterpretado fanatismo, pero no, no... no, no, no, no, no me acuses de no apreciarte. ¿Estamos?
Lucy: Entiendo.



Henry: La vida no es más que el eco de alegría desapareciendo en el gran abismo de la miseria.
Rudy: ... mmm tenés mejores.
Henry: La vida no es más que el ocasional estallido de risa que se eleva por encima del interminable lamento de dolor.
Rudy: Ese es mi favorito.
Henry: Porque es verdad, por eso.



Rudy (Tom Wilkinson) y Henry (Billy Crudup)

Henry: Vas a estar bien. Los dos vamos a estar bien, Rudy.
Rudy: Así es la vida, Henry.
Henry: Sep.
Rudy: ¿Sabés qué es la vida?
Henry: La vida es una horrible risita nerviosa en el medio de una marcha forzada mortal hacia el infierno.
Rudy: No, no es eso.
Henry: Un interminable lamento de dolor...
Rudy: No. La vida es un único salto de alegría.
Henry: Lo sé.

13 diciembre, 2012

El conocimiento precede al amor

Buenos Aires - Festejos por el Día de la Democracia
9 de diciembre de 2012 (c)Agencia Telam


El conocimiento precede al amor, dice una vieja fórmula. Nadie ama lo que no conoce previamente. Y el amor al pueblo se logra cuando se lo conoce. Un pueblo, al saberse conocido y amado, se rinde a las empresas que lo solicitan. Por lo contrario, la ignorancia engendra el temor; y el que no conoce al pueblo lo teme como a una entidad peligrosa en su misterio substancial. 


Leopoldo Marechal
El poeta depuesto
en Cuaderno de navegación

04 diciembre, 2012

Hipótesis

Lito Cruz

Pablo Tassart –Alguna vez dijiste que «uno no vive con certezas sino con hipótesis, y eso sirve para seguir buscando verdades nuevas». ¿Todavía te planteás hipótesis como actor?
 

Lito Cruz –La hipótesis te hace caminar. Para cruzar un río, ¿cómo hago? Con un puente o viajo en globo, pero los globos se pinchan. Hipotetizás e intentás. En la vida es igual. No hay que creer en nada, no hay que quedarse con una verdad, porque con el tiempo se hace peligroso. El tipo que cree en Dios se convierte en un fanático. El cerebro humano esta diseñado para progresar. Cuando vos creés algo, que el comunismo es lo peor, por ejemplo, terminás matando y desapareciendo gente como lo hicieron Massera, Videla y Agosti. La creencia fanática no te permite desarrollar tus pensamientos, los obstruye porque tenés antes que nada la creencia. Cuando te instalás en una sola manera de pensar, ya no ves. Pero volviendo un poco, uno no puede decir «listo, ya soy actor». Uno tiene que plantearse la hipótesis: «Quiero ser mejor». Y después ver si puede. Si no terminás haciendo el oficio de actor, que es la muerte de la expresión, porque hacés siempre lo mismo.
 

Pablo Tassart –¿Y puede pasar que, habiendo pasado el tiempo y llegado el reconocimiento, uno termine actuando de sí mismo?
 

Lito Cruz –No creo. Imaginate que en el escenario pasan miles de cosas: se va la gente, tosen, se duermen, tu compañero se olvidó la letra, vos también. Entonces vos sos vos mismo, pero puesto en miles de situaciones diferentes. Cada momento es único y el actor vive esos momentos, como cualquiera. Nunca es el mismo momento, como tampoco vos sos el mismo. El padre con los hijos pone cara de padre, pero con el jefe pone cara de esclavo… ¡Si no lo echan! O al revés, tipos nefastos que en sus casas actuaban como simples padres de familia. O como el Papa, que se pone todo eso, sale con custodia y autos blindados. Que yo sepa, Jesucristo no hacía eso. Y si te matan, bueno, ¡echale la culpa a Dios!