01 agosto, 2013

Ardor


Bruce Davidson - Brooklyn Gang

Era como un ardor interno en la boca del estómago, que subía hacia el esternón, una tensión inmóvil y dolorosa de todo el ser, como cuando de un momento a otro puede suceder algo espantoso y permanecemos arqueados con el espasmo, la angustia, el ansia, la humillación, la necesidad desesperada, la debilidad, el deseo, la enfermedad, mezclados todos juntos formando un bloque, un sufrimiento total y compacto. Y comprender que se trataba de un asunto ridículo, insensato y ruinoso, de la clásica trampa en la que caían los paletos de provincias, que cualquiera lo habría considerado un imbécil y, por esa razón, de nadie podía esperar consuelo, ayuda ni piedad: el consuelo y la ayuda sólo podían proceder de ella, pero a ella la traía sin cuidado, no por maldad o gusto de hacer sufrir, sino porque para ella él era un cliente cualquiera; por lo demás, ¿cómo iba a saber Laide que Antonio estaba enamorado? No podía pasársele siquiera por la cabeza, un hombre de un ambiente tan distinto, un hombre de casi cincuenta años. ¿Y los otros? ¿Su madre? ¿Los amigos? ¡Ay, si lo hubieran sabido! Y, sin embargo, también con cincuenta años se puede ser como un niño, igual de débil, aturdido y asustado como un niño que se ha perdido en la obscuridad de la selva. La inquietud, la sed, el miedo, el desconcierto, los celos, la impaciencia, la desesperación: ¡el amor!

Dino Buzzati
Un amor

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