Gustave Caillebotte - Retrato de un hombre (1877)
Que un hombre en el ocaso de la vida se enredara en los lazos del amor no tenía nada de extraordinario. Era tan viejo como el mundo. En casos así, las conveniencias saltan por los aires. El ridículo sólo existe para los demás, para los que nunca entienden nada. Hasta Destinat, con su frío rostro de mármol y sus manos de hielo, pudo caer en la trampa de la belleza y del corazón que late con violencia. En el fondo, eso lo hacía humano, simplemente humano.
Philippe Claudel
Almas grises
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