12 julio, 2017

Hay que vivir como una estrella que brilla


Pieter Brueghel el viejo - Baile de campesinos (1568)


Quienes se calzan los zapatos con el propósito de hacer un importante viaje no deben perecer. La muerte no debe ser su viaje, pues ¿adónde nos lleva ésta sino hacia la noche? Siempre había creído que el saber y los libros nos hacen feli­ces. Hoy sé que estaba equivocado, pero eso es lo único que sé. La vida es difícil, pero con todo es más fácil que la muerte, esa cabronada que nos priva de todo. Quiero decir, de todas las ocasiones posibles. Nos quita los ojos y nos impide leer, nos arranca las orejas e impide que alguien nos lea en voz alta para distraernos, nos priva de los brazos y ya nunca po­dremos estrechar a quien más nos importa, nunca podremos tocar a la que queremos tocar, demasiadas manos y dema­siados brazos han abandonado este mundo. Ignoro adonde han ido, con frecuencia los veo en sueños, pero ya no pueden tocar a nadie. Antes, no hace mucho tiempo, creía que la única manera de llegar a ellos era morir también. Pero sabía que me equivocaba. Un día recibí una carta en la que estaba escrito que yo debía vivir. Pero no veía con qué propósito. Es importante saberlo, no se puede vivir por la sola razón de no estar muerto, eso sería una traición. Hay que vivir como una estrella que brilla. Ahora lo sé. Por el contrario, desconozco por qué me he levantado. Geirþrúður se ha casado hoy. Con Gísli. Los dos saben muchas cosas, ella es muy fuerte, pero la verdad es que eso no basta. En mi opinión, merecen que la vida les traiga algo más que desdichas. Ignoro de dónde vienen las tinieblas, no obstante, creo que vienen del mismo lugar que la luz y que sólo se abaten sobre nosotros porque dejamos que lo hagan. Creo que es difícil buscar la luz, con frecuencia muy difícil, y también que nadie va a buscarla en nuestro lugar. Ni Dios, ni Jesús, que tal vez debería haber sido mujer porque el mundo sería diferente y mejor, tampoco el gobernador, ni las granjas, ni los navíos, ni los libros. Si no somos nosotros mismos los que nos ponemos en camino, la vida se seca. Debemos vivir para triunfar sobre la muerte, es lo único que podemos hacer. Si vivimos como podemos, o un poco mejor a ser posible, entonces la muerte nunca nos vencerá. No moriremos, nos convertiremos en otra cosa. No conozco las palabras, quiero decir las palabras para describir eso. Puede que nos convirtamos simplemente en música. Y se quedó callado. 

Jón Kalman Stefánsson
El corazón del hombre

2 comentarios:

Alfredo dijo...

Este tal Jón Kalman Stefánsson, que si no yerro es islandés, me parece un fenómeno. Pensar que hace pocos años, en broma, claro, recuerdo haber amenazado con emigrar a Reykjavík, escondiéndome allí con el alias de 'Alfred Alfredsson'.
El otro día lo leí en el celular, y no comenté de inmediato porque pensé: "Quizás esté impresionado en demasía por el asunto que toca en este párrafo; este año unas cuantas de personas de mi aprecio han complotado para ir devolviendo el envase a la naturaleza, y cuesta convencerse de que se han ido". Pero tras una segunda lectura en frío (literalmente ;-)) y 'desktop' mediante, no caben dudas que el isleño tiene cosas importantes para decir.

Marxe dijo...

Qué decirle, mi estimado. Sí, es islandés. Escribió varias novelas pero recién en estos años han comenzado muy tímidamente a traducirlo al español. Hace unos días conseguí las dos últimas novelas de una suerte de trilogía y el librero me preguntaba si era bueno. Le dije que no me atrevía a recomendarlo pero que a mí me había encantado la primera novela y que esperaba ansioso las otras dos. Y no le mentía, no sé en qué lugar ponerlo. Lo encontré de casualidad un día mirando libros. Ví que era islandés y hablaba de pescadores y eso ya me encendió algo dentro. Es muy poético, muy de hablar de la vida y la muerte, de la oscuridad, de las fuerzas de la naturaleza. Un nordsman sin duda.
Sé que igual es difícil aislar un párrafo del contexto y prtender que se capten sentidos. Pero bueno, aquí estamos.
Este párrafo en particular me hizo acordar al brindis del General en la Fiesta de Babette, otra maravilla nórdica. Ocurre durante un casamiento por interés mutuo y se da casi al final de la novela. Y lo dice un pibe bastante joven. En fin, es de lo poco que me ha entusiasmado últimamente.