Eric Fischl - Amantes nadando (1984)
Los amores desgraciados, dejémoslos para los miedosos, los débiles y los enfermizos, o para los calculadores que van a la caza de una oportunidad, o para los astutos, que acaban siendo víctimas de su propia astucia, o para los que no se aman con la fuerza que hace olvidar la posición y las diferencias; éstos se ocultan, mandan cartas, tiemblan a la menor palabra y acaban por creer que es amor este miedo, esta inquietud constante, el cosquilleo de la sangre, y se sienten felices, a punto de disolverse como un suspiro.
Björnstjerne Björnson
Un muchacho de buen temple
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