14 septiembre, 2006

Océano Mar

Dressed for the beach - Craig Nelson

Uno podría estarse horas mirando aquel mar, y aquel cielo, y todo alrededor, pero no podría encontrar nada de ese color. Nada que se pueda ver.
La marea, por esos lados, sube antes de que llegue la oscuridad. Un poco antes. El agua rodea al hombre y su caballete, los atrapa, lenta pero precisamente, y allí se quedan, el uno y el otro, impasibles, como una isla en miniatura, o como el despojo de un naufragio de dos cabezas.
Plasson, el pintor.
Cada noche, un poco antes de la puesta del sol, una barquita viene para llevárselo, cuando ya el agua le ha llegado al corazón. Así lo quiere él. Sube a la barquita, con el caballete y todo el resto, y se deja llevar de regreso a casa.El centinela se va. Su deber ha terminado. El peligro está conjurado. Se apaga en el atardecer el icono que una vez más no ha podido volverse sacro. Todo por causa de ese hombrecito y sus pinceles. Y ahora que él se ha ido, ya no hay tiempo. Las tinieblas lo detienen todo. No hay nada que, en las tinieblas, pueda volverse verdadero.


Alessandro Baricco
Oceáno Mar

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