Donald Miralle Jr. -
Stacia McInnes of the USA runs by during Ironman Triatlon
El alma adora nadar.
Para nadar uno se acuesta boca abajo. El alma se desencaja y se va. Se va nadando. (Si nuestra alma se va cuando estamos de pie, o sentados, o con las rodillas o los codos flexionados, para cada posición corporal diferente el alma partirá con un andar y una forma diferentes, cosa que estableceré más adelante.) A menudo se habla de volar. No es así. Lo que hace es nadar.
Y nada como las serpientes y las anguilas, nunca de otro modo.
Cantidades de personas tienen así un alma que adora nadar.
Vulgarmente los llaman perezosos. Cuando el alma deja el cuerpo a través del vientre para nadar, se produce tal liberación de un no sé qué, es un abandono, un goce, un relajamiento tan íntimo.
El alma se va a nadar en el hueco de la escalera o en la calle según la timidez o la audacia del hombre, porque siempre conserva un hilo que la une a él, y si ese hilo se rompiera (a veces es muy delgado, pero haría falta una fuerza espantosa para romper el hilo), sería terrible para ambos (alma y hombre).
Cuando está pues ocupada nadando lejos, por ese simple hilo que une al hombre con el alma circulan volúmenes y volúmenes de una especie de materia espiritual, como el barro, como el mercurio o como un gas -goce sin fin.
Por eso el perezoso es incorregible. Nunca cambiará. Por eso también la pereza es la madre de todos los vicios. Porque, ¿qué es más egoísta que la pereza?
Tiene fundamentos que el orgullo no tiene.
Aunque la gente se ensaña con los perezosos.Mientras están acostados, los golpean, les arrojan agua fría en la cabeza, y deben rebobinar raudamente sus almas. Nos miran entonces con esa mirada de odio que conocemos bien, y que se ve sobre todo en los niños.
Henri Michaux
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