Robert ParkeHarrison - Tree Sonata
Los sentimientos que más duelen, las emociones que más acucian, son los que resultan absurdos – el ansia de cosas imposibles, precisamente porque son imposibles, la nostalgia de lo que nunca hubo, el deseo de lo que podría haber sido, la pena de no ser otro, la insatisfacción de la existencia del mundo. Todos estos medios tonos de la conciencia del alma crean en nosotros un paisaje dolorido, un eterno poniente de lo que somos. El que podamos sentirnos es entonces un campo desierto que oscurece, triste de juncos a orillas de un río sin barcos, devorado claramente por una sola sombra, entre orillas distanciadas.
No sé si estos sentimientos son una locura lenta del desconsuelo, si son reminiscencias de algún otro mundo en que habríamos estado – reminiscencias cruzadas y mezcladas, como cosas vistas en sueños, absurdas en la figura que vemos pero no en su origen, si lo supiésemos. No sé si hubo otros seres que fuimos, cuya plenitud sentimos hoy, en la sombra que de ellos somos, de una manera incompleta – perdida la solidez y concibiéndola nosotros mal en las dos exclusivas dimensiones de la sombra en que vivimos.
Sé que estos pensamientos de la emoción duelen con rabia en el alma. La imposibilidad de figurarnos una cosa a la que correspondan, la imposibilidad de encontrar algo que sustituya eso a lo que se abrazan en visión – todo esto pesa como una condena dictada no se sabe dónde, o por quién, o por qué. Pero lo que nos queda de sentir todo esto es con seguridad un disgusto de la vida y de todos sus gestos, un cansancio anticipado de los deseos y de todos sus modos, un disgusto anónimo de todos los sentimientos. En estas horas de pena sutil, se nos hace imposible, hasta en sueño, ser amante, ser héroe, ser feliz. Todo está vacío, hasta en la idea de lo que es. Todo eso está dicho en otro lenguaje para nosotros incomprensible, meros sonidos de sílabas sin forma en el entendimiento. La vida es hueca, el alma es hueca, el mundo es hueco. Todos los dioses mueren de una muerte mayor que la muerte. Todo está más vacío que lo vacuo. Todo es un caótico amontonamiento de nada.
Si pienso esto y miro, para ver si la realidad apacigua mi sed, veo casas inexpresivas, caras inexpresivas, gestos inexpresivos. Piedras, cuerpos, ideales -- todo está muerto.
Todos los movimientos son parajes, el mismo paraje todos ellos. Nada me dice nada. Nada me es conocido, no porque me extrañe sino porque no sé qué es. Se perdió el mundo. Y en el fondo de mi alma – como única realidad de este momento – hay una pena intensa e invisible, una tristeza que es como el sonido de quien llora en una habitación oscura.
Fernando Pessoa
Libro del Desasosiego
No.196
1 comentario:
De alguien que estuvo a punto de volverse EL OTRO te aseguro que la pena de haber sido se vuelve la fortuna de ser. Y ahora, me alegro de existir, de a poco volveré a mi. No se realmente si hago bien o no las cosas pero ubicarme es la mejor manera de acercarme a lograr un fin mayor. Creo...
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