09 octubre, 2007

Despertad gente tierna

Comparados la importancia, complejidad de los movimientos de su mecanismo, de una dínamo, un automóvil, una máquina cualquiera de fábrica, con el operario que la maneja, se debe decir que éste es accionado por aquella. La máquina y el automóvil (un ómnibus, con recorrido y horario fijos) tienen una función que han de realizar: para ello necesitan quien la maneje o conduzca. Ese elemento, el humano, es de incomparable menor importancia. Sólo puede inducirnos a error el hecho de que éste es un hombre y aquella un artefacto.
Pero el sometido es el hombre, el parásito, el accesorio. La función no está hecha para el hombre, sino para la máquina, como en los martillos mecánicos, la acción de remachar es lo importante, y eso nada tiene que ver con el hombre, sino con el trabajo; o el torno.



Ezequiel Martínez EstradaEl sentido de la paradoja
 

Wayne Anderson


Se sabe, a la libra de fuerza, lo que rendirá el motor; pero ni todos los calculistas juntos de la casa de la deuda nacional pueden decir qué capacidad tiene en un momento dado, para el bien o para el mal, para el amor o el odio, para el patriotismo o el descontento, para convertir la virtud en vicio, o viceversa, el alma de cada uno de estos hombres que sirven a la máquina con caras impasibles y ademanes acompasados. En la máquina no hay misterio alguno; hay un misterio que es y será insondable para siempre en el más insignificante de estos hombres... ¿Por qué, pues, no hemos de reservar nuestra aritmética para los objetos materiales, recurriendo a otra clase de medios para gobernar estas asombrosas cualidades desconocidas?

Charles Dickens
Tiempos difíciles

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