27 octubre, 2009

La parte más tierna y secreta

Marion Post Wolcott - Niños pescando en el bayou

De la magia al consumo


La idea original del Catálogo de los juguetes era escribir una historia de mi infancia, una infancia de la década de 1950. Yo tenía un hijo chico, Guido, a quien el libro está dedicado, y observando su modo de jugar y su relación con los juguetes, me pareció entender que se había originado una gran fractura en el mundo infantil. Yo, que pertenecía a la generación del baby-boom (era una babyboomer con todas las de la ley), de las manifestaciones estudiantiles, de la revolución sexual, etcétera, había sido una chica mucho más parecida a los chicos que me habían precedido que a aquellos que habían venido después. Quiero decir que si bien los nacidos después del final de la última Guerra Mundial encontraron un mundo totalmente distinto del anterior, en lo que respecta al mundo de los juguetes la revolución debe fecharse uno o dos decenios después. Yo nací en 1952; mi hijo, en 1983. Entre él y yo los juguetes han perdido (casi) completamente el "aura", es decir, su sustancia mágica. De algún modo se convirtieron en objetos equivalentes a los demás, parte del gran sistema de consumo.[...]

Confrontando luego aquellas emociones mías con el mundo en que vivía mi hijo, entendía que yo había alcanzado a vivir la infancia con una ingenuidad y una libertad que a los chicos de hoy no se les conceden casi nunca, al menos en las sociedades del bienestar. Por ejemplo, me daba cuenta de hasta qué punto los chicos de entonces formábamos una banda, de distintas edades y hasta de clases sociales distintas. Jugábamos libres, en la calle, en las plazas, sin el control continuo de la mirada adulta sobre nosotros. No estábamos cargados de ocupaciones como los chicos de hoy: lecciones de natación, de inglés, de esto y de aquello. Vigilados siempre por madres, abuelas o baby-sitters , porque se mueven en un mundo mucho más peligroso que lo que era el nuestro.

Creo haber reconocido dos elementos que trastornaron definitivamente el mundo de los juguetes: la irrupción de la electrónica y el negocio de la infancia. En ambos casos el juguete se convirtió en algo complejo. Nosotros podíamos jugar durante horas lanzando piedritas hacia arriba y atajándolas con las palmas o con el dorso de las manos; un chico de hoy, en cambio, se aburriría en cinco minutos. Los chicos son más solitarios y necesitan aparatos para hacerse compañía: TV, computadora, PlayStation. Tienen con los juguetes una relación de propiedad coleccionista, más que afectiva. Ya no existe esa muñeca precisa, aquel único osito, sino una serie de muñecas, de ositos, en una multiplicación sin fin, creada y estimulada por la industria y la publicidad, que logran hacer del chico un consumidor esclavo de necesidades inducidas.

De todas formas, éstos son discursos sociológicos, reflexiones a las que inevitablemente me ha conducido la escritura de este libro, pero que no explican lo esencial, ni la suerte del libro en Italia y en el exterior. Creo que lo atractivo es justamente el uso que hice del juguete como médium, el proponerlo como objeto especial, mágico, sagrado. Es una manera de entrar en contacto con la parte infantil del ser humano, porque el comportamiento de los chicos puede cambiar y el mundo cambia en torno a ellos, pero lo que no cambia es la parte más tierna y secreta que resiste dentro de nosotros y que, en la edad infantil, estuvo más cerca del gran misterio del que todos venimos y al que todos estamos destinados a volver.

Sandra Petrignani

Ver nota completa en ADN Cultura.

Reportaje interesante en Revista Ñ.

2 comentarios:

Veroka dijo...

Què buenas expediciones nos mandábamos a la casa vecina y nuestra madre ni enterada! jajajajajaja

Marxe dijo...

Flor de ángel de la guarda debíamos tener... :)