21 abril, 2010
Beat
Porque después de todo el chico cree sinceramente que hay algo noble, ideal y bueno en toda esta cosa beat, y se supone además que yo soy el Rey de los Beatniks según lo que dicen los diarios, pero al mismo tiempo me siento cansado y enfermo de esos entusiasmos perpetuos de los nuevos jóvenes que intentan conocerme y vacían todas sus vidas dentro de mí así que me pondré a saltar y dire sí sí está bien, cosa que ya no puedo hacer más -- El motivo por el que vine a Big Sur en el verano fue precisamente alejarme de todo eso.
Jack Kerouac
Big Sur
18 abril, 2010
Un angelical surplace
Playa. Y mar.
Luz.
El viento del norte.
El silencio de las mareas.
Días. Noches.
Una liturgia. Inmóvil, viéndolo bien. Inmóvil.
Personas como gestos de un ritual.
Algo distinto de hombres.
Gestos.
Los respira la rastrera ceremonia cotidiana, transfigurados en oxígeno por un angelical surplace.
Los metaboliza el perfecto paisaje de la orilla, convertidos en imágenes para abanicos de seda.
Cada día más inmutables.
Asentados a un paso del mar, se transforman desapareciendo, y en los intersticios de una elegante nada reciben el consuelo de una provisional inexistencia.
Alessandro Baricco
Océano Mar
Spiaggia. E mare.
Luce.
Il vento dal nord.
Il silenzio delle maree.
Giorni. Notti.
Una liturgia. Immobile, a ben vedere. Immobile.
Persone come gesti di un rito.
Qualcosa d’altro che uomini.
Gesti.
Se li respira la strisciante cerimonia quotidiana, trasfigurati in ossigeno per un angelico
surplace.
Se li metabolizza il perfetto paesaggio della riva, convertiti a figure da ventagli di seta.
Ogni giorno più immutabili.
Posati a un passo dal mare, diventano scomparendo, e negli interstizi di un elegante nulla
ricevono la consolazione di una provvisoria inesistenza.
Galleggia, su quel trompe-l’oeil dell’anima, l’argentino tintinnare delle loro parole, unica
percepibile increspatura nella quiete dell’innominabile incantesimo.
Alessandro Baricco
Oceano Mare
Luz.
El viento del norte.
El silencio de las mareas.
Días. Noches.
Una liturgia. Inmóvil, viéndolo bien. Inmóvil.
Personas como gestos de un ritual.
Algo distinto de hombres.
Gestos.
Los respira la rastrera ceremonia cotidiana, transfigurados en oxígeno por un angelical surplace.
Los metaboliza el perfecto paisaje de la orilla, convertidos en imágenes para abanicos de seda.
Cada día más inmutables.
Asentados a un paso del mar, se transforman desapareciendo, y en los intersticios de una elegante nada reciben el consuelo de una provisional inexistencia.
Alessandro Baricco
Océano Mar
Spiaggia. E mare.
Luce.
Il vento dal nord.
Il silenzio delle maree.
Giorni. Notti.
Una liturgia. Immobile, a ben vedere. Immobile.
Persone come gesti di un rito.
Qualcosa d’altro che uomini.
Gesti.
Se li respira la strisciante cerimonia quotidiana, trasfigurati in ossigeno per un angelico
surplace.
Se li metabolizza il perfetto paesaggio della riva, convertiti a figure da ventagli di seta.
Ogni giorno più immutabili.
Posati a un passo dal mare, diventano scomparendo, e negli interstizi di un elegante nulla
ricevono la consolazione di una provvisoria inesistenza.
Galleggia, su quel trompe-l’oeil dell’anima, l’argentino tintinnare delle loro parole, unica
percepibile increspatura nella quiete dell’innominabile incantesimo.
Alessandro Baricco
Oceano Mare
10 abril, 2010
Siendo alguien
Narradora: James está solo en la ciudad. En tres meses nadie lo ha buscado. ¿Seguís siendo alguien cuando estás así de solo? Si nadie te quiere, si no tenés a nadie a quién querer... ¿cuándo podés arriesgarte a dejarte llevar, a abrirte a los demás? Asumiendo riesgos, confiando en la gente creás una vida que se ajusta a las expectativas de los demás y te convertís en un personaje de sus historias, de sus vidas, y perdés la tuya, mentís para agradar a los demás, mentís para no estar solo, pero lo estás más y más...
02 abril, 2010
Lo que hay que saber
Edmund Dulac - Puente del Ruiseñor
Porque él no se entregaba por completo a nadie. Escuchaba con mucha atención, con seriedad y sentido del deber, y luego respondía; pero en su voz siempre había un matiz de comprensión porque sabía que en todos los asuntos de los hombres también hay ineptitud, ansiedad, mentira e ignorancia, que no hay que creer todo lo que digan aunque lo hagan con buena intención. Por supuesto, él no podía decir nada de todo esto a sus interlocutores, así que se limitaba a escucharlos con una indiferencia benévola, con seriedad y recelo, y a sonreir moviendo la cabeza de vez en cuando, como diciendo: "Siga, siga. Yo sé lo que hay que saber."
Sándor Márai
La mujer justa
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