Edmund Dulac - Puente del Ruiseñor
Porque él no se entregaba por completo a nadie. Escuchaba con mucha atención, con seriedad y sentido del deber, y luego respondía; pero en su voz siempre había un matiz de comprensión porque sabía que en todos los asuntos de los hombres también hay ineptitud, ansiedad, mentira e ignorancia, que no hay que creer todo lo que digan aunque lo hagan con buena intención. Por supuesto, él no podía decir nada de todo esto a sus interlocutores, así que se limitaba a escucharlos con una indiferencia benévola, con seriedad y recelo, y a sonreir moviendo la cabeza de vez en cuando, como diciendo: "Siga, siga. Yo sé lo que hay que saber."
Sándor Márai
La mujer justa
1 comentario:
¡Que buen libro!
Y que justo el parrafo que marcaste.
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