Ernst Kirchner - La calle (Dresden, 1908)
Agata se quedó donde estaba, esperando, espiando alrededor. No vio más que lo que había visto. Pero la asaltó la molesta sensación de que aquel desfilar lento, la gente deteniéndose en las vidrieras y saludándose, las risas y la euforia juveniles, eran en realidad un simulacro. Como si se estuviese llevando a cabo una ceremonia en la que intervenía el pueblo entero, y cuyo punto de convergencia era esa pared, y contra la pared ese muchacho negro y su loneta con la mercancía expuesta. Y que la aparente indiferencia, aquel pasar sin ver, aquel ignorar, ponían todavía más en evidencia al que estaba solo y tenía otro color de piel y seguramente hablaba otra lengua.
Antonio Dal Masetto
La tierra incomparable
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