Antonio Dal Masetto
Diego Manso: ¿Cómo era la casa?
Antonio Dal Masetto: Tenía una planta baja y un primer piso y un terreno con unas hileras de vides, porque mi padre hacía vino... Tenía frutales, hortalizas. Era típico que los italianos cultivaran siempre su pedacito de tierra.
Diego Manso: ¿Qué fue de esa casa?
Antonio Dal Masetto: Quedó ahí, mi madre no la quería vender por nada del mundo, pero finalmente pasaron algunos años y mi padre la convenció. Así que la terminaron vendiendo por poder. Hay algunas historias de los regresos de mi mamá…
Diego Manso: Que las contás en “La tierra incomparable”...
Antonio Dal Masetto: Hay una visita de mi madre a la casa, donde ocurre lo de siempre en los regresos, la gran desilusión… Incluso, cuando yo volví por primera vez a Italia, la respuesta fue una gran desilusión. Uno va a buscar lugares donde supuestamente ha sido feliz y ese es un error muy grande. Uno sabe que no va a encontrarse con nada de aquello que supone que está buscando, pero comete el pecado de buscarlo. Y después lo paga.
Diego Manso: ¿Cómo se paga?
Antonio Dal Masetto: Con el impacto que te produce, la imposibilidad de integrarte.
Diego Manso: ¿Cómo?
Antonio Dal Masetto: Te lo cuento gráficamente: las calles, los puentes sobre los ríos, un muro que recordaba, todo eso seguía siendo mío hasta cinco minutos antes de entrar en el pueblo. Yo lo había mantenido en la imaginación durante muchos años. Sin embargo, cuando me tocó enfrentarme con esas cosas, era imposible conectarme, se habían ido, ya no eran mías. Se habían convertido en otra cosa.
Diego Manso: ¿En qué?
Antonio Dal Masetto: En otra cosa. Otra cosa. Cuando volví por primera vez al pueblo, lo único que se me ocurrió fue salir a caminar. Caminaba todo el día, subía una colina, cruzaba los puentes, iba y venía… Como si tuviera la vaga ilusión de que gastando zapatos, pisando la tierra y las piedras, pudiera conectarme otra vez. Se trataba de cansar el cuerpo, agotarlo, llegar al final del día e ir al hotelito donde estaba parando, tirarme en la cama, dormir, y al día siguiente volver a caminar. Una manera de reconquistar el lugar.
Diego Manso: ¿Se reconquista?
Antonio Dal Masetto: Algunas cosas… Después cambia la perspectiva y uno aprende que es imposible.
Diego Manso: ¿Y esa felicidad pretérita que fuiste a buscar? ¿Era felicidad u otra cosa?
Antonio Dal Masetto: Cuando se piensa en la infancia, salvo que te hayan ocurrido cosas muy desgraciadas, uno rescata sólo las cosas buenas. Y para mí todo era maravilloso.
- Fragmento de la entrevista de Diego Manso a Antonio Dal Masetto en revista Ñ