Sebastián Basualdo —En Vida de este chico y también en Vieja escuela la literatura aparece como un medio de desdoblamiento y liberación. Hay algo intrínseco en estos personajes que parece ser inquebrantable: su capacidad de admirar.
Tobias Wolff —A veces una influencia muy poderosa es aquella que le permite a uno decir: eso es lo que no quiero hacer, yo no quiero ser así. Creo que fui salvado por mi admiración hacia algunas personas que conocí porque me mostraron otra manera de ser, distinta del ejemplo que veía en mi casa. Cuando era joven leía mucho a Jack London y después a Ernest Hemingway. También recuerdo cuando descubrí a Salinger, El guardián entre el centeno. Yo tenía quince años y esa fue una enorme influencia para mí. Escuchar una de esas voces que podrían haber salido de uno de mis amigos o de la gente de mi alrededor. Y de hecho, cuando lo leí yo estaba en una escuela muy parecida a la que Salinger describe. La experiencia de admiración es liberadora. Te da otra manera de ver las cosas, otra manera de “querer ser” y te permite ver quién sos con más objetividad. Siempre necesitamos estar en otro lugar para poder vernos. No nos podemos ver desde donde estamos. Para mí esa es una de las bendiciones de la literatura, que te da un lugar para estar fuera de uno mismo.
Sebastián Basualdo —De alguna manera, la imaginación y la admiración es un punto de partida para encontrarse a sí mismo, ¿no? Me refiero a ese adolescente de Vida de este chico, que luego terminará siendo un escritor.
Tobias Wolff —Creo que todos nosotros cuando estamos creciendo, inclusive también como adultos, estamos en esa lucha por encontrar un sentido en lo que somos, en cómo nos gustaría que nos vean y hasta cómo nos gustaría ser y la percepción de lo que somos.Y esas cosas a veces son difíciles de reconciliar y pueden llevarnos a una “pose” pero hay una virtud en eso porque uno sólo puede ser, o llegar a ser, lo que uno puede imaginar ser. Si no podés imaginarte de una manera, no podés serlo. Así que la vida imaginaria lleva a la vida real de tal forma que uno va por esos pasajes donde te ves atrapado entre lo que fuiste y lo que quisieras ser. Y esa tensión, esa “tierra de nadie”, es un territorio interesante para un escritor, pienso yo. Creo que esa es una de las razones por las cuales tantos escritores escriben sobre jóvenes. Hay muy pocas novelas sobre gente muy grande. Y es porque ellos ya son lo que son. Pero la gente joven está todavía negociando su lugar en el mundo, su realidad.
- Fragmento del reportaje a Tobias Wolff publicado en Página/12
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