Gustave Caillebotte - Remeros en el Yerres (1877)
Aquel verano yo iba al Po, una hora o dos, por la mañana. Me gustaba sudar remando y después lanzarme al agua fría, aún oscura, que entra en los ojos y los lava. Iba casi siempre solo, porque Pieretto a esa hora dormía. Si venía también él, me gobernaba la barca cuando yo nadaba. Se remontaba a fuerza de remos la corriente bajo los puentes, a lo largo de las riberas tapiadas, y se desembocaba entre los diques y las plantas, bajo el flanco de la colina. La colina próxima era hermosa al regreso, fumando la primera pipa, y aunque fuese junio, a esas horas la velaba aún una humedad, un vaho fresco de raíces. Fue sobre las tablas de aquella barca donde le tomé gusto al aire libre y comprendí que el placer del agua y de la tierra continúa más allá de la infancia, más allá del huerto y de un plantío. Toda la vida, pensaba en esas mañanas, es como un juego bajo el sol.
Cesare Pavese
El diablo en las colinas