A lo largo de todos estos años mi hábito de pensamiento da por hecho que toda situación en la que se ve envuelto el ser humano puede dar la vuelta. Todo lo que alguien me asegura que es verdad puede no serlo. Todo pilar de creencia sobre el que el mundo se sustenta puede estar y puede no estar a punto de saltar por los aires. La mayoría de las cosas no siguen mucho tiempo como están. Saber esto, sin embargo, no me ha hecho escéptico. El escepticismo es creer que el bien no es posible; y yo sé a ciencia cierta que el bien es. Yo lo que hago es no dar nada por sentado y tratar de estar preparado para el cambio que pronto ha de llegar.
Y para entonces ya estaré camino de saber cómo subordinar una cosa a la otra; lección que el juego del ajedrez te enseña, y de forma casi instantánea. Los hechos que resultaron decisivos en las vidas de nuestros padres se estaban convirtiendo en secundarios respecto de los hechos que me llevaban a mí hacia delante desde aquel día de agosto. Aprender este hecho nada sencillo ha constituido la materia de este relato desde el principio hasta este momento; eso y ver a nuestros padres con más claridad. Creo que por eso me sentí liberado cuando Berner y yo estuvimos allí en el puente aquel día, y que por eso el corazón me latía con fuerza, presa de la excitación. Y tal debió de ser la verdad esquiva que me llevó a dejar caer al río el anillo del instituto de mi padre y a no pensar mucho en ello en adelante.
Richard Ford
Canadá