30 marzo, 2006

Ah, el amor... (1)

Toulouse-Lautrec - Beso en la cama


La naturaleza del amor implica ser un rehén del destino.

El amor está muy cercano a la trascendencia; es tan sólo otro nombre del impulso creativo y, por lo tanto, está cargado de riesgos, ya que toda creación ignora siempre cuál será su producto final.

Amar significa abrirle las puertas a ese destino, a la más sublime de las condiciones humanas en la que el miedo se funde con el gozo en una aleación indisoluble, cuyos elementos ya no pueden separarse. Abrirse a ese destino significa, en última instancia, dar libertad al ser: esa libertad que está encarnada en el Otro, el compañero en el amor.


Zygmut Bauman
Amor líquido


Ah, el amor, el amor. Tanto como para seguir con los temitas "sencillos"...
Todos queremos amar y ser amados. Todos o casi todos lo intentamos con mayor o menor éxito (o suerte, como diría Woody Allen). No podemos definirlo ni dominarlo. No podemos evitar sufrir por él y creemos muchas veces que es el pico máximo de la felicidad.
Creo que, al menos en Occidente, se ha convertido en un sentimiento que siempre se lo mira desde el lado equivocado, irremediablemente.
No voy a intentar llegar a ninguna conclusión, pero sí dejar algunas cosas que he ido leyendo a lo largo de estos años y algún ruidito han hecho en mi cabeza... ¿o en el corazón? Es un enigma determinar cuál es su verdadero reino. ¿Es el amor un invento de la mente humana para poder soportar mejor el horror que provoca el saber del Otro?


Torpemente el amor busca.
Vive en mí como una oscura
fuerza extrañada. No tiene
ojos que le satisfagan
su ansia de ver. Los espera.
Tantea a un lado y a otro:
se tropieza con el cielo,
con un papel, o con nada.
Ni aire ni tierra ni agua
le sirven para salir
desde su mina a la vida,
porque él ni vuela ni anda.
Sólo quiere, quiere, quiere,
y querer no es caminar,
ni volar, con pies, con alas
de otros seres. El amor
sólo va hacia su destino
con las alas y los pies
que de su entraña le nazcan
cada día, que jamás
tocaron la tierra, el aire,
y que no se usaron nunca
en más vuelos ni jornadas
que los de su oficio virgen.
Y así mientras no le salgan,
fuerzas de pluma en los hombros,
nuevas plantas,
está como masa oscura,
en el fondo de su mar,
esperando que le lleguen
formas de vida a su ansia.
Se acerca el mundo y le ofrece
salidas, salidas vagas:
una rosa, no le sirve.
El amor no es una rosa.
Un día azul; el amor
no es tampoco una mañana.
Le brinda sombras, espectros,
que no se pueden asir,
llenos de incorpóreas gracias;
pero un querer, aunque venga
de las sombras,
es siempre lo que se abraza.
Y por fin le trae un sueño,
un sueño tan parecido
que se siente todo trémulo
de inminencia, al borde ya
de la forma que esperaba.
Que esperaba y que no es:
porque un sueño sólo es sueño
verdadero
cuando en materia mortal
se desensueña y se encarna.
Y allá se vuelve el amor
a su entraña,
a trabajar sin cesar
con la fe de que de él salga
su mismo salir, la ansiada
forma de vivirse, esa
que no se puede encontrar
sino a fuerza
de esperar desesperado:
a fuerza de tanto amarla.


Pedro Salinas(de Razón De Amor - 1936)

4 comentarios:

lucas dijo...

Tengo la sensación de que dice más del amor el hermoso cuadro de Lautrec (o un beso donde se da todo) que cualquier reflexión (con metodo o impulsiva, en verso o en prosa).
Saludos

Marxe dijo...

Es la ventaja de la pintura. No necesita palabras. La palabra fija límites. Hablando uno siempre se siente un gil.
'nas noches.

Marxe dijo...

Eso prueba lindura que todos buscamos el amor de un modo u otro.

Loli dijo...

Será como dice Salinas que
"Torpemente el amor busca.
Vive en mí como una oscura
fuerza extrañada. No tiene
ojos que le satisfagan
su ansia de ver."

Siempre me gusta pensar que no conoceré el amor, el amor con mayúsculas, hasta que no llegue el último, aquel que muera conmigo. Los demás habrán sido meros ensayos.