05 febrero, 2009

El sistema para salvarnos

Mar del Sur - Barco en el horizonte - Enero 2009 foto: Marxe

Yo que no fui capaz de bajarme de este barco, para salvarme me bajé de mi vida. Escalón a escalón. Y cada escalón era un deseo. A cada nuevo paso, un deseo al que decía adiós.
No estoy loco, hermano. No estamos locos cuando hemos encontrado el sistema para salvarnos. Somos astutos como animales hambrientos. La locura no tiene nada que ver. Eso es el genio. Es la geometría. Perfección. Los deseos estaban destrozándome el alma. Podía vivirlos, pero no lo conseguí.
Así que entonces los conjuré.
Y uno a uno los fui dejando detrás de mí. Geometría. Un trabajo perfecto. A todas las mujeres del mundo las conjuré tocando una noche entera para una mujer. Al padre que nunca voy a ser lo conjuré contemplando morir a un niño, durante días, sentado a su lado, sin perderme nada de aquel terrible espectáculo hermosísimo, quería ser la última cosa que viera en este mundo, cuando se marchó, mirándome a los ojos, no fue él quien se marchó, fueron todos los hijos que nunca tendré. La tierra que era mi tierra, en algún rincón del mundo, la conjuré escuchando cantar a un hombre que venía del norte, y cuando lo escuchabas veías, veías el valle, las montañas que lo rodeaban, el río que descendía lentamente, la nieve de invierno, los lobos por la noche, cuando aquel hombre acabó de cantar, acabó mi tierra, para siempre, dondequiera que se encuentre. Los amigos que deseé los conjuré tocando contigo y para ti aquella noche, en la cara que ponías, en los ojos, los vi, a todos ellos, a mis queridos amigos, cuando te marchaste, se fueron contigo. Dije adiós a la maravilla cuando vi los descomunales icebergs del Mar del Norte desmoronarse derrotados por el calor, dije adiós al milagro cuando vi reír a los hombres que la guerra había destrozado, dije adiós a la rabia cuando vi llenar este barco de dinamita, dije adiós a la música, a mi música, el día que conseguí tocarla toda en una sola nota de un instante, y he dicho adiós a la alegría, conjurándola, cuando te he visto entrar aquí. No es locura, hermano. Geometría. Es un trabajo de cincel. He desmontado la infelicidad. He desenhebrado mi vida de mis deseos. Si pudieras recorrer mi camino, los encontrarías uno tras otro, conjurados, inmóviles, detenidos para siempre señalando la ruta de este extraño viaje que a nadie nunca conté, salvo a ti.

Alessandro Baricco
Novecento

2 comentarios:

Ana Cristina dijo...

Hola...

No..., no podés tentarme así, ya me estás enganchando con Baricco y tengo que terminar primero con Salinger... ¡Sos cruel! ;)

Besotes.

Marxe dijo...

Ah, Baricco es tu deber y salvación. Ya te llegará... :)