Laguna de Walden - Réplica de la cabaña y estatua de Thoreau
Todo niño recomienza en cierto modo el mundo y gusta de permanecer al aire libre incluso cuando llueve o hace frío. Juega a las casas y a los caballos de manera instintiva. ¿Quién no recuerda el interés con que, de joven, exploraba los declives rocosos que pudieren delatar la existencia de alguna cueva? Era el natural anhelo de aquella porción de nuestra ascendencia primitiva todavía viva en nosotros. De la cueva hemos pasado a los techos de hoja de palma, de troncos y ramas, de lienzo entretejido, de hierba y paja, de tablas y cascajos, de piedras y tejas. Al final, no sabemos ya lo que significa vivir al aire libre, y nuestras vidas se han vuelto domésticas en más sentidos de lo que creemos. Entre hogar y campo hay una gran distancia. Y quizá sería bueno que pasáramos más de nuestros días y noches sin que mediara obstáculo alguno entre nosotros y los cuerpos celestes, y que el poeta no hablara tanto bajo techado o que el santo no se acogiera con tanta frecuencia a su protección.
Henry David Thoreau
Walden, o la vida en los bosques