06 febrero, 2014

Nuestra propia sangre


 Horace Warner - Un niño con gorra (1901-1902)


El señor de Bragadin se expresaba con dignidad, con la seguridad de las personas mayores, cultas aun en sus sentimientos, que conocen bien el segundo sentido, el sentido interior de las palabras; que saben que no se puede huir de los recuerdos; que, al escribir, se dan cuenta con desesperación de que no pueden transmitir sus verdaderas experiencias a nadie; que son conscientes de que todos vivimos solos, cometemos nuestros errores solos y morimos solos, y de que los consejos de los demás no pueden ayudarnos, ni puede socorrernos la sabiduría ajena, la sabiduría que no hayamos adquirido nosotros mismos y que no hayamos conseguido con el precio de nuestra propia sangre.

Sandor Marai
La amante de Bolzano

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