31 enero, 2009

Todo el mundo tiene algo que decir

Edmund Dulac - Pájaro de Fuego


Fragmento de una entrevista al ilustrador Carlos Nine en el suplemento ADN:

Laura Linares: ¿Por qué "más" que un ilustrador?

Carlos Nine: Yo creo que está quien se contenta con ponerse al servicio de un texto solamente, y hay quien, por debajo o al costado, y a veces en forma evidente, está mandando un mensaje estético para capturar la atención de la persona, más allá de la lectura de un texto ilustrado. Y ahí intervienen valores estéticos de otra naturaleza. Pero al margen de eso, con la imagen hay una cuestión que tiene que ver con la educación que recibimos. El primer lenguaje que tenemos es el dibujo, antes que la escritura. Después viene la información para aprender a escribir. Un nene chiquitito ¿qué hace? Dibuja. ...se es el primer lenguaje. Son las imágenes: la casita, el nene, papá, mamá, que le dan la forma de comunicarse fuera del cuerpo a través de una intermediación, que es la imagen. Pero al llegar a la escuela es cuando empieza el problema, porque, obviamente, hay que incorporar la escritura. Y, de alguna manera, te dicen que para acompañar tu crecimiento, como sistema madurativo, tenés que reemplazar una cosa por la otra. Hay una disuasión: ya dibujaste, ya tenés 6 años, basta con eso; ahora, a ver si te ponés un poco más complejo y pasás a una cosa más abstracta, y aprendés a leer y escribir; y si no lo hacés, viene la acusación de inmadurez. Pero si no te dejás disuadir, los que continuamos siendo inmaduros, como en mi caso, y pasamos los 6 años y los 11, y seguimos dibujando, lo hacemos porque tenemos la vocación. Es decir, no te convencieron.

Laura Linares: Con usted no lo intentaron...

Carlos Nine: No. En la época en que mi afición por el dibujo era casi una gracia infantil, mi viejo tomó la decisión, un día cualquiera, de quitar los zapatos de la vidriera de su negocio y exponer para el barrio mis dibujitos. Esa mañana de sábado, pasé casualmente por ahí y no podía creer lo que veía. Dos o tres vecinos ponderaban mi "obra" desde la vereda. Me puse colorado y seguí mi camino, pero ya era otra persona

Laura Linares: Tal vez no todos tienen algo que decir con el dibujo.

Carlos Nine: Todo el mundo tiene algo que decir, el asunto es con qué lenguaje.

Laura Linares: Una vez elegido el lenguaje, ¿el asunto es la técnica?

Carlos Nine: Esa es una búsqueda. La formación académica no tiene nada que ver con el talento, pero allí se obtiene una destreza en el manejo de las herramientas que permite ensayar opciones. Yo empecé con la acuarela, una de las técnicas que más amo, por un encuentro fortuito con un libro de Edmund Dulac, en la vidriera de una librería. Dulac fue un artista francés, emigrado a Londres, que a principios del siglo XX desarrolló una espectacular carrera de ilustrador. Llegué a mi casa en estado de alucinación, con el libro de Dulac bajo el brazo y una humilde caja de acuarelas chinas. Dediqué ocho meses a hacer mi primer acuarela. Todavía la conservo y es bastante horrible. Después pasé a los pasteles, la tinta, los relieves, volví al óleo, el dibujo animado, etcétera. Hay que probar, correr riesgos, entrar en crisis. No es malo entrar en crisis, lo malo es ser un burócrata de las imágenes, buscar refugio en una embajada estilística y quedarse allí a vivir. Creo que, periódicamente, con mucho sigilo para que uno mismo no se dé cuenta, hay que conspirar y derrocarse; tomar el poder desde dentro de uno mismo, hacer una revolución y arrancar de nuevo. Ya tendremos tiempo después de descansar, por los siglos de los siglos.

30 enero, 2009

Una especie de tenso respeto

Sam Abell - Plaza San Marcos - Venecia


Nada hay más extraño ni más delicado que la relación entre personas que sólo se conocen de vista, que se encuentran y se observan cada día, a todas horas, y, no obstante, se ven obligadas, ya sea por convencionalismo social o por capricho propio, a fingir una indiferente extrañeza y a no intercambiar saludo ni palabra alguna. Entre ellas va surgiendo una curiosidad sobreexcitada e inquieta, la histeria resultante de una necesidad de conocimiento y comunicación insatisfecha y anormalmente reprimida, y, sobre todo, una especie de tenso respeto. Pues el hombre ama y respeta al hombre mientras no se halle en condiciones de juzgarlo, y el deseo vehemente es el resultado de un conocimiento imperfecto.

Thomas Mann
La Muerte en Venecia

28 enero, 2009

Demasiados monstruos en el horizonte

Primo Levi


Marco Viglino : ¿Qué piensa de los jóvenes de hoy en día?


Primo Levi: La diferencia fundamental entre nuestra juventud y la actual está en la esperanza de un futuro mejor, que nosotros teníamos de un modo clamoroso y que nos sostenía en los peores momentos, incluso en los campos. Había una meta y era reconstruir un mundo nuevo con derechos iguales para todos, donde se aboliera la violencia, queríamos reconstruir Italia para llevarla a un nivel europeo. En cambio, los jóvenes de hoy me parece que tienen muchas menos esperanzas. En general veo que tienden a fines inmediatos y, tal vez, sea muy apropiado en cuanto a que no distinguen otro futuro. Me parece paradójico que haya sido más fácil nuestra juventud, porque hoy hay demasiados monstruos en el horizonte. Está el problema de la violencia, el problema energético, de la contaminación, el mundo está dividido en bloques: hay una total incapacidad de prever lo que vendrá y nadie osa hacer previsiones sensatas de acá a dos años, además siempre persiste el problema atómico. Encuentro pocos jóvenes que piensen en hacer o estudiar de alguna manera precisamente para su futuro. Es la pérdida de los valores, por lo que parece necesario gozar y quemar todo rápidamente.


Fragmento de una entrevista hasta ahora inédita publicada en Ñ.

27 enero, 2009

Sin métodos

Edward Hopper - Lobby de hotel

“Ya he vivido muchas cosas –pensó satisfecho-. Casi toda la vida. En realidad apenas falta algo…” Con leve satisfacción pensó que tenía el trabajo hecho, había cumplido prácticamente con todas sus obligaciones, había vivido como lo exigían la sociedad y las circunstancias, sólo después había seguido una vida distinta, se había orientado con los instrumentos del cuerpo, y ya no le quedaba nada más por hacer que buscar la respuesta a la pregunta de por qué había sufrido siempre de una forma tan vergonzosa, qué finalidad podía tener la Idea respecto al ser humano al infligirle tormentos tan humillantes y sin fin, más en general, por qué no logra uno encontrar la satisfacción. Aún le faltaba dar con la respuesta a esta pregunta. Consideraba degradante haber sucumbido de una forma tan ridícula, y en adelante tendría que vagar por el mundo en busca de la respuesta en otras mujeres, perseguir respuestas parciales en los libros, preguntar a otros hombres. “De poco me han servido los métodos”, pensó con malhumor.

Sandor Marai
La Extraña

25 enero, 2009

El mapa del mundo

Gustave Caillebotte - Joven tocando el piano (1876)

En eso era un genio. Nada que objetar. Sabía escuchar. Y sabía leer. No los libros, eso lo sabe hacer cualquiera, sabía leer a la gente. Los signos que la gente lleva encima: lugares, ruidos, olores, su tierra, su historia… Toda escrita encima. Leía y, con infinita atención, catalogaba, clasificaba, ordenaba… Cada día añadía un pequeño retazo a aquel inmenso mapa que estaba dibujándose en la cabeza, inmenso, el mapa del mundo, del mundo entero, de una punta a la otra, cuidades enormes y esquinas de bar, largos ríos, charcos, aviones, leones, un mapa fantástico. Después viajaba por su superficie de maravilla, mientras sus dedos se deslizaban por las teclas, acariciando las curvas de un ragtime.

Alessandro Baricco
Novecento

24 enero, 2009

Estoy demasiado cerca



Estoy demasiado cerca para que él sueñe conmigo.
No vuelo sobre él, de él no huyo
entre las raíces arbóreas. Estoy demasiado cerca.
No es mi voz el canto del pez en la red.
Ni de mi dedo rueda el anillo.
Estoy demasiado cerca. La gran casa arde
sin mí gritando socorro. Demasiado cerca
para que taña la campana en mi cabello.
Estoy demasiado cerca para que pueda entrar como un huésped
que abriera las paredes a su paso.
Ya jamás volveré a morir tan levemente,
tan fuera del cuerpo, tan inconsciente,
como antaño en su sueño. Estoy demasiado cerca,
demasiado cerca. Oigo el silbido
y veo la escama reluciente de esta palabra,
petrificada en abrazo. Él duerme,
en este momento, más al alcance de la cajera de un circo
ambulante con un solo león, vista una vez en la vida,
que de mí que estoy a su lado.
Ahora, para ella crece en él el valle
de hojas rojas cerrado por una montaña nevada
en el aire azul. Estoy demasiado cerca,
para caer del cielo. Mi grito
sólo podría despertarle. Pobre,
limitada a mi propia figura,
mas he sido abedul, he sido lagarto,
y salía de tiempos y damascos
mudando los colores de mi piel. Y tenía
el don de desaparecer de sus ojos asombrados,
lo cual es la riqueza de las riquezas. Estoy demasiado cerca,
demasiado cerca para que él sueñe conmigo.
Saco mi brazo que está debajo de su cabeza dormida,
Mi brazo dormido, lleno de agujas imaginarias.
En la punta de cada una de ellas, para su recuento,
Se han sentado ángeles caídos.

Wislawa Szymborska

22 enero, 2009

Algo demasiado perfecto

Ando Hiroshigue - Puente en Meguro

Tamura, la vida, hasta ahora, me ha desgastado mucho. Mi propio cuerpo está agotado. Cuando tenía que haber dejado de vivir, no pude hacerlo. No fui capaz de renunciar a la vida pese a saber que vivir no tenía ningún sentido. En consecuencia, he estado haciendo una cosa absurda tras otra durante toda mi vida, únicamente para ir pasando los días. Y, de este modo, me he herido a mí, e, hiriéndome a mí, he herido a los demás. Y ahora estoy recibiendo el castigo. Llámalo maldición, si quieres. Hubo una época en que alcancé algo demasiado perfecto. Y luego no me quedó otra cosa más que despreciarme a mí misma. Esa es mi maldición. Una maldición de la que no podré escapar mientras viva. Por eso no le temo a la muerte. Y, si esto responde a tu pregunta, sé más o menos cuándo llegará.

Haruki Murakami
Kafka en la orilla

21 enero, 2009

Gravedad

Durham, North Carolina (Mayo 1940) - Jack Delano

Su gravedad en las fiestas de cumpleaños, en las reuniones improvisadas, no era de aguafiestas —o casi nunca lo era— como tampoco la mueca con que respondía cuando lo invitaban a una Primera Comunión o a un Bar Mizvah. Y no creo que sea sólo la opinión bien predispuesta de un hermano. Gente que no lo conocía, o que lo conocía apenas, o sólo como Estrella Infantil de la Radio en actividad o retirada, quedaba a veces desconcertada por alguna expresión —o ninguna— de su cara, pero sólo un instante, creo. Y aun en esos casos, las víctimas sentían algo agradablemente próximo a la curiosidad, nunca, que yo recuerde, rencor personal o encrespamiento. Por alguna razón —la menos compleja, seguramente— su expresión era de ingenuidad. Cuando llegó a hombre (y aquí sí, supongo habla el hermano bien predispuesto), la suya era quizá la única cara de adulto absolutamente franca en toda la zona del Gran Nueva York. Las únicas ocasiones en que recuerdo haberle visto algo simulado, artificial en la cara, era cuando divertía deliberadamente a algún familiar de la casa. Pero eso no ocurría todos los días.

J.D.Salinger
Seymour: Una introducción